El libro del profeta Abdías es el más breve del Antiguo Testamento. Básicamente, evidencia la rivalidad entre los descendientes de Esaú y de Jacob, que se remonta al Génesis. La literatura antiedomita también aparece en Isaías, Jeremías y Ezequiel, pero en éstos no se aprecian motivos obvios y no me fijé. Se ve que la causa del odio era el apoyo de los edomitas a los caldeos (de Babilonia) en su lucha contra los judíos. Los edomitas son identificados como descendientes de Esaú y de ellos no quedará nada, según la profecía de Abdías.

El relato de Jonás es, con todo merecimiento, el más conocido de esta fase del Antiguo Testamento. El protagonista es cobarde, débil, se enfurece con facilidad, es depresivo, quiere morir cuando las cosas no le salen bien o pasa vergüenza. En suma, es alguuien que parece más humano que los profetas anteriores, gente que no paraba de dar lecciones. Jonás intenta huir de la orden de anunciar la palabra del Señor, pero no irá muy lejos. En plena tempestad en el mar, la suerte (como en tiempo de Josué) determina que el culpable de que un barco esté a punto de naufragar sea él. Jonás es arrojado al mar y está a las puertas de la muerte, pero sobrevive. Será entonces cuando se dirija a Nínive para anunciar que la ciudad será destruída. Sin embargo, a diferencia de los otros profetas, los ciudadanos le hacen caso y la ciudad permanece, al menos por esta vez, en pie. Merece formar parte de las catequesis modernas.

Lo más relevante de Miqueas es geolocalizar el nacimiento del Mesías, situándolo en Belén. De todas maneras, parece que Miqueas pensaba más en un líder militar y en un factor de integración de su pueblo a la manera de David. También se puede apreciar en él un discurso contra el poder del momento. Es el primer profeta en insinuar que los ricos no tendrán herencia en la comunidad del Señor. Su discurso se puede resumir en el lema "practica la justicia, desea la bondad".

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Además de las consabidas imágenes de idolatría y prostitución, Oseas introduce dos elementos novedosos. El primero, una mejor definición del rol paterno del Señor, como alguien dispuesto a enseñar a caminar, a darse cuenta del carácter rebelde del hijo, pero también a curarle y a perdonarle cuando toque. Y también la idea de que el Señor, después de trocear a su pueblo, le dará la vida en dos días y al tercero lo hará levantarse. Hay que retener esta idea, cuando lleguemos a la muerte y resurrección de Jesucristo.

Para Joel, Dios es compasivo y benigno. Si tienes una sequía espantosa, él traerá la lluvia y todo resurgirá.
 Joel es interesante por dos cuestiones. Una, por mencionar el concepto 'guerra santa'. La otra, por apuntar la idea del juicio final a las naciones que se han repartido Israel. Ese juicio final se hará en el valle de Josafat. Por supuesto, los que invoquen el nombre del Señor se salvarán.

Amós era un ganadero, y el tema del juicio a las naciones lo tenía claro: todos culpables. Vuelve el Dios juez y castigador implacable, con el que Amós intentará negociar, en el mejor estilo Abraham, pero, como el pueblo persiste en el error, el Señor hará justicia. El matiz curioso es que Amós despotrica contra los que tienen casas de invierno y residencias de verano, y contra los que tienen algunos vicios que podrían ser interpretados como placeres de bons-vivants de la época.

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La gran aportación de Ezequiel a la cultura popular es, sin duda, el recitado de Samuel L. Jackson en “Pulp Fiction”. La verdad es que no coinciden mucho esas líneas con las que he encontrado en la Biblia que estoy leyendo. Pero poco antes me he topado con una sorpresa: la primera referencia a la envidia a la polla grande de los hombres de otros pueblos, cuando Ezequiel apunta que los egipcios “tienen el sexo como el de los burros y eyaculan como caballos”.

Ezequiel era un sacerdote que estaba entre los deportados a Babilonia. Dios se apodera de él en varias ocasiones y le permite tener visiones. Casi siempre éstas están encabezadas con el Señor dirigiéndose a él como “hijo de hombre” (una forma muy sutil de apuntar que Dios no lo es). El método de iniciación es tragarse un libro, que Ezequiel dice que sabe como la miel. Aun con inspiración divina, su forma de escribir tiene muchas reiteraciones y se hace muy plomiza. Al final de sus visiones divinas, Ezequiel hace una especie de Pentateuco en miniatura, definiendo con vara de medir cómo será el templo de Jerusalén, cómo serán los ritos de las fiestas, y cómo será la distribución de los tribus de Israel por territorios.

Quizá lo más interesante de Ezequiel es que se nota que es alguien que ha tratado con comerciantes y con gente de mar, yendo algo más allá del discurso dominante de agricultores y pastores. Y también que, después de la gran bronca por la idolatría, llegará el perdón por la misericordia de Dios. “CONVERTIOS Y VIVID”, sería su lema. Y además, Ezequiel introduce el concepto de responsabilidad individual (los hijos no han de pagar los pecados de los padres) y la palabra “parábola”, una forma de narrar que hará fortuna en capítulos venideros. Si Isaías es el contertulio y Jeremías el agonías, Ezequiel es el visionario.

* Anterior: Jeremías

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Tipo curioso, Jeremías, un sacerdote que tuvo que vivir tiempos muy difíciles, incluidos el asedio de Jerusalén y la deportación de su población. La fórmula de Jeremías fue la siguiente: primero, predicar a sus seguidores que los conquistadores arrasarían con todo, después que no les ofrecieran resistencia y se dejaran deportar para salvar la vida y multiplicar la población esperando tiempos mejores. Por supuesto, el ejército de Babilonia no es más que un instrumento del Señor para castigar a su desobediente pueblo. Ya llegará el tiempo en que el Señor pida cuentas a Babilonia.

A Jeremías, parece ser, le vino la vocación de profeta antes de nacer. El Señor tuvo la deferencia de alargar la mano para tocarle la boca. La imagen favorita de Jeremías es la de la de numerosos cadáveres diseminados por la tierra como abono. La culpa de todo la tiene la idolatría. “Mi pueblo es estúpido. Lo digo yo, el Señor”. Y ahí está Jeremías, que razona que para qué tener hijos, si todos morirán. Ese hombre que rechaza participar en grupos para ir de fiesta, porque prefiere amargarse la vida.

Jeremías se hace el importante. Afirma que hay complots para matarlo, pero en realidad él hace lo que puede para eliminar profetas de la competencia. Hace discursos apocalípticos en los sitios más inoportunos, y recibe palizas y es encarcelado varias veces. Y cuando le da la gana dicta discursos para que los lean otros, y así ahorrarse disgustos. Al llegar el rey de Babilonia, él es liberado, pero cuando su pueblo le pide consejo a Jeremías, acabará haciendo lo contrario de lo que él les aconseja. Si Jeremías dice: “quedaos”, ellos se van a Egipto. Jeremias, un agonías de manual.

* Anterior: Isaías

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El profeta Isaías tiene maneras de contertulio actual. Es prolífico, ocasionalmente con verbo florido, se mueve con soltura entre su rol de poeta y el de vendedor de crecepelo. Combina un Dios de fuego y espada con escenas idílicas dignas del “Imagine” de John Lennon. Es un azote del poder corrupto y su boca, según dice, la ha tocado un serafín. 
Es machacón en su condena a los que se alejan del camino del Señor, aunque hay que apuntar que, conforme avanza la lectura, su relato tiende a ofrecer más esperanzas, supongo que porque la situación en aquél momento era crítica.
 Sus predicciones sobre el fin de Babilonia se quedan en nada. En resumen, Isaías es un pesado, un brasas.

Menos holocaustos y actos formales y más hacer el bien. Esto por humanidad. Menos templo y más palabra de Dios. Esto por necesidad, porque como hemos visto en el Segundo Libro de los Reyes, los enemigos de Jerusalén la dejan irreconocible y deportan a parte del pueblo. “Preparad en el desierto el camino del Señor”. Eran tiempos difíciles, pero él continuaba escribiendo. Como él mismo explica, se escribía sobre una tabla y las copias se hacían en rollos de cobre. Tiene mérito.


De Isaías es la frase “no habrá paz para los malvados”. Yo también pensaba que era autor del hit “los caminos del Señor son inescrutables”, pero en este caso no es exactamente así. La idea está expresada (Isaías, 55), pero con diferentes palabras. En cambio, sí que se dice una idea muy similar: “la inteligencia de Dios es insondable” (Isaías, 40), pero misteriosamente la frase no ha cuajado en la cultura popular.

* Anterior: Segundo libro de los reyes

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