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Richard Hawley en la Sala Bikini, 17 febrero 2010
Javi
19:37h
No sabía quién actuaba de telonero, y albergaba la esperanza de que fuera Alondra Bentley, como en el show de Richard Hawley en Madrid. Sin embargo, cuando llegué a las 20:15 al interior de la sala, sobre el escenario había un hombre cn barba t guitarra acústica. No era ella. La ilusión desvanecida se convirtió en curiosidad cuando el tipo se presentó como Pájaro Sunrise. El nombre no me era del todo desconocido: su álbum “Done / Undone” había aparecido, aunque fuera en posiciones modestas, en las selecciones de mejores discos españoles del año 2009 de Rockdelux y de MondoSonoro. Así que me situé cerca del escenario, en la parte izquierda, posición que no abandoné en toda la noche. Tras ejecutar impecablemente un solo tema, el hombre de la barba hizo señas con los brazos al resto de músicos de la banda para que se incorporaran al escenario. Se sumaron un acordeonista, un violonista, y se colocó en el extremo izquierdo una mujer que aportaba coros y algunos acompañamientos con una especie de xilófono. Tocaban composiciones melancólicas de gran sencillez y belleza. Me recordaron a los Mount Eerie de “Lost Wisdom” (por cierto, segundo concierto en dos días en el que cito a Mount Eerie), a Iron & Wine, y a Bruce Springsteen por las inflexiones de la voz del cantante. Aparte de por su buen hacer musical, también se les recordará por su actitud despreocupada frente al micrófono. “Yeah.. ¿Por qué digo ‘yeah’? Parezco imbécil…”, apuntó el cantante. Otro parlamento: “Es un placer tocar aquí. Aquí está todo el mundo en silencio. En Madrid estás tocando y oyes brabrbrabrbrabr… Y está bien…” – “..pero luego, joder!”, remató la mujer. Acabaron con una versión de Jackson C. Frank, “I Don’t Want to Love You No More”, que contribuyó a que dejaran una buena impresión. Quizá Pájaro Sunrise no sean nunca the next big thing, pero transmitieron ser una apuesta fiable. Mientras se acercaba la hora del concierto de Richard Hawley, se exhibió su arsenal de instrumentos, con al menos 5 guitarras, expuestas como sabrosos jamones. También se dispuso un atril, supuestamente para poder seguir los textos de las canciones. Todo parecía bien dispuesto para que el músico de Sheffield presentara como es debido su reciente “Truelove’s Gutter”, un álbum de plenitud, de maduración bien entendida. Con una guitarra en la que se podía leer “Hawley” nacarado en el mástil, y casi a oscuras, Richard interpretó con gran sutileza “As the Dawn Breaks”. La luz se hizo para “Ashes on the Fire” y eso nos permitió apreciar su impecable combinación de camisa y chaqueta. “Lady Solitude” llegó a continuación, tras una introducción de acordes de guitarra cristalinos, espaciados, poderosos. La voz de Hawley estaba en este momento muy cercana a la versión melódica de Elvis Presley, o al reverso tenebroso de Buddy Holly. “Esta canción trata sobre adicción”, dijo Hawley para introducir “Hotel Room” (siempre habló en inglés durante la actuación, excepto algún “Gracias”). Fue su primer solo destacado, y la prmera vez que tuvimos una auténtica demostración de que el resto de la banda sabía quién era el jefe. Mucha disciplina. Hawley quiso extender sus dominios: “Para esta canción, ‘Ssshhhh’”. El público le imitó y Hawley, que en algunas fases de la actuación parecía un entrenador de fútbol dando indicaciones constamentemente, replicó: “No!! YOU ‘Sssshh’!!”. Y tras unas risas, se llegó al silencio deseado, y se acabaron las bromas. Éste era el preludio del tramo más impresionante del concierto, que incluyó “Soldier On”, “Cole’s Corner” y “Open Up Your Door”. La pieza central fue sobrecogedora, y las otras dos tuvieron un efecto parecido: tras un inicio delicado y con espacio enre las notas, hacia la mitad del tema los músicos se encendían como el motor de un avión y el ruido controlado lo impregnaba todo. Grandioso. Ni la pasión encendida del público ni los constantes cambios de guitarra parecían afectar a Richard. “Escribí esta canción para mi mujer, esperando que hiciéramos el amor después” es sin duda una interesante manera de presentar “For Your Lover Give Some Time”, muy suave, exquisita. “Oh My Love", siguiendo el símil de antes, despegó una vez, pero aun así consiguió crear un segundo acelerón que para sí hubieran querido los Smashing Pumpkins de la época “Siamese Dream”. “Remorse Code” sirvió para volver al ambiente nocturno y de recogimiento. “Run for Me” fue tal vez el único tema que recordó a los asistentes que estábamos en presencia de uno de los excomponentes de Pulp. El primer tramo del concierto lo cerró “Don’t You Cry” precedida de unas líneas etéreas electrónicas (tipo “Deserter’s Songs” de Mercury Rev), del ritmo de un segundero y de un sonido como de caja de música. El suelo vibraba y a uno le temblaba hasta el esofaguillo. Richard Hawley se descolgó la guitarra y abandonó el escenario con el resto de músicos aún tocando, y hubo ovaciones para todos. El bis empezó con una canción infantil, “Hushabye Mountain” (de la banda sonora de “Chitty Chitty Bang Bang”), una nana preciosa que hizo bastante contraste con el arranque de percusión casi Tom Waits-esca de “Crawfish” (tema que hizo popular Elvis Presley). Al acabar, presentó a los miembros de la banda: Collin Elliot al contrabajo, Dean Beresford en la batería, Jon Trier en los teclados, y Shez Sheridan a la guitarra (y a lo que Hawley necesitara). Recibieron un merecido reconocimiento, y Hawley atacó: “Ésta es la última canción, se llama ‘The Ocean’”. Por supuesto, fue una traca final espectacular. Tras una hora y tres cuartos de show, Hawley se despedía con motivos para estar satisfecho. Todo había sido de una gran precisión. Por poner un par de peros, no tocó “Tonight the Streets Are Ours” y la disposición de las canciones provocó algún que otro salto brusco del cielo al valle. Sin embargo, lo esencial estaba indicado en la camiseta de Sheridan disponible en el tenderete de merchandising: “Let’s Ballad”. ... Link (0 comments) ... Comment
Bill Callahan en la Sala Apolo, 15 febrero 2010
Javi
18:44h
Buena parte de la península ibérica estaba en alerta de frío y nieve. Sobre Barcelona caía una lluvia molesta pero no especialmente intensa y hacía un frío aceptable para mediados de febrero. En conjunto, era una tarde para estar tranquilo en casa. Pero no. Sobre las 20:35 ya estaba sobre el escenario de la sala Apolo Neal Morgan. Su propuesta no es muy común: acompaña sus canciones confesionales con percusión. Me imaginé a una versión masculina de Janis Joplin cantando en una antigua película japonesa. Algo así requiere bastante autocontrol, y a fe que demostró un buen dominio de las mazas. Más que para marcar ritmo, usaba la percusión para crear texturas de sonido. Lo difícil a veces era saber cuándo daba por acabada la canción o cuándo se marcaba una pausa dramática. En todo caso, su actuación fue llamativa y breve. Sobre las 21:00 subieron Bedroom al escenario y anunciaron que Bill Callahan no podía tocar por un catarro. “No, no, ha pedido que no fuméis”. Si la entrada ya fue curiosa, la distribución de los músicos sobre el escenario aún lo fue más, en formato panorámico: en el extremo derecho del escenario (y de perfil al público) estaba el cantante y guitarra, en la punta izquierda estaba el batería, y en medio el bajista, el trompeta y la teclista (que también aportaba coros). Su propuesta es compleja de definir, algo así como folk-rock intimista de medio formato. Demostraron ser buenos músicos, con ecos de los adorables Mount Eerie, Lambchop o Manta Ray / Nacho Vegas, pero su show necesita osadía, o convicción, o ambas cosas. El cantante Albert Aromir tampoco lo ponía fácil: “hoy sólo tocaremos una canción del disco que tenemos. Lo lamento, la gente no las conoce”. Mientras interpretaban “El ball de la mort”, Aromir interrumpió la canción porque iba muy rápida y empezaron de nuevo. No es la primera vez que se ve algo así en un escenario, pero es que la sensación de inseguridad ya era palpable antes. Bedroom necesitan algo más de rodaje. Y mala leche. Cuentan que Albert Aromir, como Bill Callahan, es músico e ilustrador. Sin embargo, una vez en escena, las comparaciones desaparecen. Bill Callahan se hizo dueño y señor del centro del escenario y Neal Morgan se dedicaba a sus percusiones en la semi-clandestinidad de un lateral. Callahan llevaba una camisa con una talla de hombros de más (lo que tal vez le permitía más soltura) y corbata. La fiesta arrancó delicadamente, con un repaso a temas de su reciente disco “Sometimes I Wish We Were an Eagle": “Jim Cain”. “Rococo Zephyr” y “All Thoughts Are Prey to Some Beast”. Ésta última tuvo un intenso final, con percusión retumbante y destellos de electricidad por parte de su guitarra que dejaron el ánimo arriba. “Hermoso!” gritaba una chica, “Gorgeous!” traducía Ana para Bill. En este momento Bill Callahan habló por fin, agradeciendo al público su presencia. Algún espectador le recriminó, supongo que con ironía, el hecho de no poder fumar. “Prohibido”, dijo Callahan en un castellano con fuerte acento anglosajón. Continuó en su lengua pero se le entendió bien: “podéis conseguirlo. Unos minutos sin fumar” y la siguiente parte casi la susurró y quizá podría ser errónea: “llevo diez meses sin cigarrillos”. Eso creí entender. No tenía hechos los deberes con la discografía de Smog y no sabía que me volvería a reencontrar con una melodía que hacía muchos años que no oía: “Bathysphere”. Fue jaleada con vítores y también fue muy bien recibida “Sycamore”, perteneciente al anterior disco de Callahan, “Woke on a Whaleheart” (del que ya no tocaría nada más). La voz delicadamente cavernosa de Callahan llegaba con intensidad a un público que escuchaba casi tan en silencio como en la ópera. Por cierto, no he dicho que la sala estaba llena hasta la bandera. Volvió Bill Callahan a su último disco con dos de sus piezas más conseguidas: “Eid Ma Clack Shaw” y “Too Many Birds”, ésta última con dos solos de guitarra interesantes (hacia la mitad y al final). Bill anunció que el siguiente tema no lo había tocado antes en la actual gira, y así nos llegó de forma más emotiva “Teenage Spaceship”, nueva vuelta a los tiempos de Smog. En los dos últimos temas, Bill Callahan había dejado escapar un par de gruñidos al final de sendos versos. Podría tratarse de un error, o podrían ser voluntarios para mostrar intensidad. En todo caso, destacaron. Y también hay que subrayar, pero en este caso por su ausencia, el “UooooOooh” que aparece en diversos momentos de “The Wind and the Dove”. Faltaba la guinda, pero el tema es bastante sólido sin ese acompañamiento. Siguió el show con una versión de “The Breeze / My Baby Cries” de Kath Bloom, de gran suavidad. A partir de aquí, todo fue recuperación del catálogo de Smog. Especialmente eléctrico fue el final de “Say Valley Maker”, con los dos músicos sobre el escenario enmarañando mejor el caos que los actuales Sonic Youth, con instantes auténticamente explosivos, con Bill Callahan recorriendo cada palmo del escenario e incluso tocando de rodillas. Acabó de forma trotona la primera parte del show con “In the Pines”, y la pausa del bis se llenó de aplausos con el público dejándose las palmas en carne viva. Volvió Bill al escenario insistiendo en los agradecimientos, y disculpándose porque el clima había afectado su voz, insinuando un resfriado. Igual a algún fan le pareció evidente que no tenía la voz al 100%, pero para el resto de los presentes era prácticamente imperceptible. La delicada e hipotensa “Rock Bottom Riser” y la clausura retumbante y brevemente furiosa de “Well” pusieron fin a la actuación. Fue un suave aterrizaje después de que, durante algunas fases del concierto, Bill Callahan hubiera hecho volar a sus seguidores. Fue una gran noche en la Sala Apolo. Y fuera, continuaba lloviendo. ... Link (2 comments) ... Comment
Mis canciones favoritas - Década 00-09: Del 3 al 1
Javi
18:21h
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El Puchero del Hortelano en la Sala Bikini, 05 febrero 2010
Javi
12:51h
No era una noche especialmente fría, pero nada más entrar en la sala se sentía el calor humano. El recinto estaba bastante lleno, y además algunos fumaban a pesar de las indicaciones en contra. La banda se lo tomó con calma y salió al escenario con casi media hora de retraso. Si mis datos son correctos, allí estaban Antonio Arco (voz, guitarra), Patricia Ramos (guitarra flamenca), Juan C. Camacho (trompeta, percusión, coros), J. Antonio García (saxo, percusión, coros), Pablo Fernández (bajo) y Jorge Cobo (cajón, percusiones). Empezaron con un acople en el primer verso de una canción que después presentaron como “El ave Fénix”, un tema nuevo del próximo disco. Fue una toma de contacto antes de que Antonio se arrancara con un “Bona nit, Barcelona! Estic molt content de tornar a la meva Catalunya!” que precedió a “Mañana no se sabe”. Fue bien recibida, pero los primeros acordes de “Lo que pasa es que me cuelgo” fueron inmediatamente celebrados, y otro tanto pasó con la siguiente, “Pablito”. El público estaba muy centrado y muchos se sabían sus textos a pesar de que tienen pocos estribillos. Supongo que me sorprendió porque yo apenas los conocía de nada hasta el día anterior. Sin embargo, tienen gancho para reclutar nuevos oyentes con su directo. Una mezcla sin prejuicios ni complejos de sevillanas, ska, diversos palos de flamenco, rock, rumba y sonidos árabes made in Granada. Presentaron otro nuevo tema, titulado “Serán la guía”, pero pasó algo desapercibido ante la fuerza de “Sábado”. A continuación, “Aficiones-Naino”, “Tanguillos de la chulería” y “Vive la vida” sirvieron para que los diferentes músicos pudieran lucir algunos solos, sin excesos. Y Antonio Arco se reservó uno con la guitarra, de rodillas, en “Cuidao conmigo”. Hubo mucho despliegue físico durante esta fase del concierto, la banda se sintió realmente a gusto, y eso ayudó a potenciar “De ovejas y corderos”, que acabó con un notable crescendo instrumental. Aquí entramos en un tramo más trotón, que incluyó “Ochenta años” (“dedicado a la edad en la que nos vamos a jubilar”), la maravillosa “Arrancarme los ojos” y “Sevillanas hipotecadas”. En esta canción subieron dos espontáneas al escenario para bailar. La primera lo hizo mejor y además se permitió agarrar el micro y decir “En Cataluña hay una Andalucía chica”. Casi le quita el protagonismo a las introducciones de Antonio Arco, con frases breves que hacen que la atención no decaiga. Destaquemos una: después de que tocaran “Tú eres eso” y “De todas las cosas”, Antonio agradeció al público que hubieran pagado la entrada, añadiendo que el precio no lo ponían ellos (18 euros + 2,80 de gastos de distribución). Se acabó la primera parte del concierto con “Quiero saber” y su conclusión con “Una paloma blanca” de los Calis. “Muchas gracias, Barcelona, sois la puta caña!”, sentenció el cantante. Había sido una hora y cuarto intensa de actuación, pero aún quedaba munición en el arsenal. Volvieron presentando otro tema nuevo, titulado “Maldigo”, a la que le veo un gran futuro y el sello de un himno. La siguieron “Superman” (recuperando la melodía de la banda sonora de la película), la versión de “La quiero a morir” de Francis Cabrel (que dedicaron a Manzanita), “Miedo”, “Amor postal” y “Asuntos serios”. Las palmas, una constante a lo largo del concierto, volvieron a aflorar en “Alegrías a contramano”. Y se fueron del escenario. Y aunque la fiesta había sido importante, no habría sido completa sin el tema que cerró la noche: “Bulerías del Poli Díaz”. Los integrantes de El Puchero del Hortelano ofrecieron durante una hora y tres cuartos una actuación con algo más que buen oficio, en la que demostraron que conoce a su público tanto como a sí mismos. Bandas con más reputación no pueden decir lo mismo, así que síganles la pista. ... Link (0 comments) ... Comment
Mis canciones favoritas - Década 00-09: Del 10 al 4
Javi
15:06h
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