Después de haber presenciado las actuaciones de Extraperlo en Apolo [2] y en el Primavera Sound, escucharlos con el cuerpo en pleno remojo marino tiene su encanto. Eso sí, la lejanía subraya la impresión de que este grupo necesita otro vocalista. Aunque tal vez Extraperlo sin esa voz distintiva (que podría dar la señal de zarpar de un crucero) sería otra cosa, y si mi abuela tuviera dos ruedas sería una bicicleta.

Al entretenerme yo a la salida del mar, perdimos unos cuántos la oportunidad de verle la cara a Shugo Tokumaru. No sé si es el mejor en lo suyo, pero sí es el que ha sabido encontrar una forma de dar al pop japonés una dimensión internacional, aunque sea en grupos reducidos. Desde lejos, se apreciaba un cierto entusiasmo del público ante la propuesta de Shugo, melodías cristalinas parecidas a las que ponen principio y fin a los dibujos animados japoneses infantiles, con frecuentes cambios de ritmo. Transmitía una sensación de sonido artesanal, sin los perfeccionismos que puede tener su trabajo en estudio. Creí reconocer a “Parachute” y estoy seguro de haber identificado “Green Rain” y una versión del “Video Killed the Radio Star” de The Buggles. Pintaba bien.

Una estrecha e inquietante escalera (daba malos augurios en caso de evacuación urgente) llevaba hacia la pista del escenario Absolut. En la entrada había un cartel que indicaba el “Sold Out”, y efectivamente el lugar estaba bastante lleno, aunque en ningún caso se puede hablar de agobio. Se estaban preparando The Mummers, con formación de violín, contrabajo, teclista, batería y vocalista que ocasionalmente tocaba el xilófono. Su sonido podría encajar en un film con Julie Andrews, bonito pero inofensivo. La cantante, que movía los brazos con aire seductor poco logrado, tenía una voz con un interesante tono grave pero abusaba de los jueguecitos con los agudos a lo Björk. Alrededor, una banda ensoñadora y al mismo tiempo disciplinada, puesto que no había ni una sola nota rebelde. Tal vez por eso sorprendió aún más la energía que aplicaron en recrear “Sleepyhead” de Passion Pit. Este tema y la despedida con la suavidad eufórica de “This Is Heaven” contribuyeron a dejar una sensación agradable. No molestan, invítenlos para amenizar sus celebraciones familiares.

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Dorian ofrecían un concierto acústico. Aunque los coros de la pianista a veces ayudaban a disimularlo, el meollo de las canciones era el mismo que el de las de Mikel Erentxun, por ejemplo. Yo sé que este tipo de propuesta tiene su público, pero a mí que no me busquen. Hay que destacar que crear climas interesantes está a su alcance, como demostraron con su interpretación de la versión de Leonard Cohen de “The Partisan”, y que su tema “Cualquier otra parte” encontró una muy buena respuesta entre una parte notable de los allí presentes. Poco jugo.

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Bastó que un señor con barba cuidada y traje y corbata pusiera sus dedos sobre el piano para que los que asistíamos al evento nos diéramos cuenta de que un artista se adueñaba del escenario y aledaños. Era Neil Hannon, líder de la banda norirlandesa de pop de cámara The Divine Comedy. que presentaba sus canciones en pequeño formato sin sus ensoñaciones orquéstales. Empezó de forma vibrante con “Tonight We Fly”, y al concluir se dirigió al público con máxima educación: “Moltes gràcies. Estic molt content d’estar aquí”. Acometió inmediatamente “The Certainty of Chance”, y tras un primer tramo en el que lindaba con Rufus Wainwright, consiguió evocar a Frank Sinatra con su interpretación de “A Woman of the World”. Yo di la bienvenida a dos temas de su genial “A Short Album About Love” como “If…” (con su excelente final en alto) y “Everybody Knows (Except You)”, con “papapá” final incluido. Fantástico primer tramo. Y el hombre reclamando gin-tonics.

Aquí Hannon abandonó la butaca y se apropió de una guitarra. “Multi-talented!”, dijo de forma más bromista que inmodesta. Sonó de forma conmovedora “A Lady of a Certain Age”, a la que siguieron “Becoming More Like Alfie”, “The Pop Singer’s Fear of the Pollen Count” y “Your Daddy’s Car”. Con la guitarra tal vez su música no es tan atractiva como con el piano, pero su ejecución fue impecable y en ningún caso se pudo hablar de bajón.

Hannon recuperó su sitio en el piano. “Felicitats, Barça, campions d’Europa… però el Manchester United és el millor equipo del món”. Hannon pasó en poco más de 10” de ser aclamado a ser abucheado, pero todos sabíamos que era un juego, que nos tenía en el bote. “You’ll like that!”, dijo Hannon para introducir “Our Mutual Friend”, y claro, acertó. La juguetona “National Express” precedió a una no menos festiva versión del clásico de Irving Berlin “Cheek to Cheek”, en el que Hannon introdujo sobre la marcha un comentario irónico sobre la vigencia de una parte de la letra. Cualquier cosa que hiciera parecía genial, como tirar una copa lanzándola hacia atrás. Aun así, se dirigió a la audiencia en los siguientes términos: “La siguiente es muy dura, me perdonaréis si lo hago mal…”. Pero tocó “The Plough” y no hubo nada que perdonar. En “Sunrise” estuvo sublime, con crescendos magníficos, forzando los agudos de su voz sin que asomaran fisuras o gallos. “Songs of Love” puso punto y final a un concierto de altura, en el que Hannon demostró ser piano-man, cantautor con guitarrita, entertainer y crooner sin perder personalidad por el camino. Ya lo dijo él mismo, multi-talented.

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Los barceloneses Manel también se encontraban entre lo más esperado de la noche. En sus propias palabras, querían hacer una actuación que estuviera a la altura de la suela de los zapatos del artista que les precedió. Con un monólogo especialmente largo introdujeron “Nit freda per ser abril”, y el altavoz empezó a hacer ruidos en momentos puntuales. Le siguió “Dona estrangera”, pero la gente ya empezaba a reclamar que estaba pasando algo raro con un altavoz. La banda continuó a lo suyo, aunque faltaron reflejos para recomponer el estropicio. Eso afectó al placer que pueden dar temas como “Els guapos són els raros”, “Pla quinquenal” o “Roma”. Aproveché, pues, para ir a buscar un poco de agua y una crêpe de chocolate y mora al otro lado del recinto, lo que conseguí sin hacer prácticamente cola. Cuando volví a la pista estaba acabando “Captatio Benevolentiae” y empezaban las notas de la extraordinaria “Gent normal”, la versión de “Common People” de Pulp, ahora sin problemas de sonido, que según parece se habían solucionado solos.

Todo estaba mejor encarado, pues, para el último tramo del concierto. Ahí estaba “Al mar!”, que no podía faltar junto a la Platja del Far. Antes de seguir, los Manel decidieron lanzar desde el escenario diversos farolillos, para que la gente los prendiera al principio del siguiente tema y los levantaran para que todos pudieran ver de quién era el último que se mantenía encendido. El efecto era resultón, y con nuevos bríos encararon “Ai, Dolors!” y “En la que el Bernat se’t troba”, con la que intentaron convertir al público en un coro coordinado, con un éxito discreto. En el bis, una buena lectura del “No t’enyoro” de Els Pets puso un fin dulce a un show frustrado.

* Manel en la Villarroel, 16 de marzo de 2009

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Después seguían los 1990s, un grupo de rock que tiene buenas maneras con la batería y la guitarra eléctrica, pero al principio de su actuación no ofrecieron nada que los desmarcase del pelotón. Así pues, se decidió salir del Molí de Mar, y volvimos a Barcelona en mucho menos tiempo del que habíamos tardado en la ida para llegar a Vilanova i la Geltrú. Cuánto mueven el sol y la playa...