El Segundo Libro de los Reyes empieza introduciendo a dos personajes. Uno, Eliseo, acompaña a Elías en su muerte en extrañas circunstancias (y sin poder localizar el cadáver). Eliseo hace algunos de los milagros que serán futuros clásicos: multiplicación de alimentos, sanación de leprosos, resurrección, e incluso mejora la calidad de unas aguas que causan esterilidad. El otro, Jehú, conspira contra el rey de Israel, lo asesina a él y al rey de Judà que lo visitaba, ordena el asesinato de Jezabel y tiende una trampa mortal a los adoradores de Baal, entre otras muestras de determinación. Ah, y también dicen de él que conduce el carro como un loco.

A partir de aquí, todo se vuelve un poco más sistemático y aburrido. Casi parecen documentos notariales de cada uno de los reyes de Judá y de Israel: cuándo empezó a reinar, cuánto tiempo reinó, los pecados contra el Señor que cometió, si conspiraron contra él o si murió de viejo (pocos casos), si conquistó territorio o si fue invadido, dónde lo enterraron, y, si quieren más información, vean las crónicas de los reyes de Israel y de Judá. Destaca el rey Ezequías, de Judá, al que Isaías amonesta por haber enseñado todas las riquezas de su palacio a una delegación de embajadores de Babilonia. Ezequías iba de buen rollo, pero los babilonios no, como no tardaron en comprobar.

Mientras se hacía inventario para buscar financiación para unas obras de reparaciones en el templo del Señor, se encontró el libro de la Ley. Se lo leen al rey Josías, que advierte la distancia que hay entre lo que proclama el libro y las costumbres de sus antepasados. Ya es demasiado tarde: el Señor ha apartado de su vista a Judá y a Israel, y ambos caen en manos de reinos enemigos. Se producen deportaciones, de Israel a Asiria, y de Judá a Babilonia. Cuando parece que es la crónica de unos pueblos derrotados más, aparece de la nada una puerta abierta: Jeremías, rey de Judá, es indultado 37 años después de su deportación, y come en la mesa del rey de Babilonia de turno. ¿Qué pasará?

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Tras la muerte de David, llega el punto álgido y la caída en picado de los reyes de Israel. El rey Salomón, dotado de sabiduría y seducción, consigue liderar su pueblo, construir un templo para el Señor y gozar de un tiempo de paz. Por lo que se apunta, su puesta en escena aún puede reconocerse en las misas actuales. Su gran defecto fue su insaciable apetito de mujeres extranjeras, lo que orienta su corazón al culto de otros dioses. Por eso el Señor hará que su hijo, Roboam, sea degradado a jefe de tribu.

Roboam impulsa una política de mano dura que acabará provocando que Israel y Judá se separen en dos reinos. Tanto es así que en el texto aparecen continuas apelaciones a leer las crónicas de los Reyes de Judá y a las Crónicas de las Reyes de Israel, como si fueran enlaces web a "noticias relacionadas". Cada uno de los reinos tiene su historia propia, pero se parecen bastante: están en guerra entre ellos, y, salvo algunas excepciones, ambos practican diversos cultos que ofenden al Señor (becerros de oro, bosquecitos sagrados, templos de culto a Baal...).

En el tramo final aparecen grandes personajes. Uno, Jezabel, la mujer del rey de Israel, Acab, paradigma de mujer manipuladora y que despierta toda la misoginia de la que un redactor bíblico es capaz. Dos, Elías, un profeta con capacidad para obrar milagros como resucitar niños, conseguir que el agua y el aceite no se agoten y, lo mejor de todo, vencer en la prueba de fuego a los falsos profetas, con un tempo digno de los mejores magos. Y mención final para Micaías, el profeta de las desgrafias, capaz de ir contra corriente del resto de profetas si el Señor así se lo dicta. Queda claro el sentido del relato: apartarse del Señor lleva a la decadencia como pueblo.

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La muerte de Saúl deja el camino libro para David, que primero será rey de Judá y depuses de los israelitas. Sin embargo, aquí ya no hay tantas hazañas bélicas, y el relato se vuelve más palaciego. Supongo que hay que destacar que David organiza una cúpula dirigente, en la que no falta el primer cronista con nombre, Josafat. Y que los diferentes cronistas procurarían desplazarse poco, atentos a los planes extraños de David, como hacer que el Señor tenga algo mejor que una tienda de campamento, o elaborar un censo.

David no acabó de llevar bien este periodo de madurez. Prueba de ello es cómo ejerce su poder para poseer a Betsabé y enviar a la muerte al esposo de ésta. O tener que huir del propio palacio porque tu propio hijo ha organizado una revuelta. Por cierto, Absalom muere de una forma ridícula, atrapado entre las ramas de una encina cuando paseaba en mula, y este hecho genera gran consternación en David ante la perplejidad de los soldados a los que ha enviado a matarse por él.

Aquí se anticipa que el hijo de David y Betsabé, Salomón, es un bendito. Y que David, hacia el final del capítulo, está perdiendo el control. Le da por proclamar que el Señor es escudo y fuerza que lo salva, y lo identifica con una roca, supongo que algo inevitable en quien mató a Goliat de una pedrada. Y ante el castigo divino por el pecado del censo (poco explicado, porque hacer un censo no es malo en sí mismo), David ha de escoger entre 7 años de hambruna, tres meses de derrotas militares y tres días de peste en todo el país. David se confía y escoge esta última, lo que supone una gran mortalidad. La misericordia del Señor parece que empieza en el momento en que el ángel exterminador levanta la mano sobre Jerusalén. Aquí sí, ordena parar la catástrofe.

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El rey escogido por Samuel será Saúl. Sus credenciales: ser alto y ser de la tribu de Benjamín. Pronto Samuel descubrirá que Saúl es belicoso, sí, pero también indisciplinado. Samuel le dejará plantado . Todo cambiará con la irrupción en escena de David. Las escenas sobre su crecimiento son inconexas, ya que Samuel le elige como rey pero al final acaba tocando la cítara para Saúl, que después ni se acordará de él. Lo que sí parece claro es que David venció a Goliat (el relato de este episodio es excelente) y que Saúl empezó a tener envidia de David.

Saúl querrá matar a David y empieza una persecución digna de citarse como precedente de “Tom y Jerry” o de “Correcaminos y coyote”. David consigue burlar la muerte, incluso refugiándose en tierra filistea. El capítulo acaba con la muerte de Saúl durante un ataque filisteo. Éste es un capítulo en el que el Señor se manifieta más por su ausencia que por sus escasas presencias (ante Samuel y ante David). Y también cabe destacar que, a pesar de que los adivinos estaban prohibidos, Saúl recurrió a uno para una sesión de espiritismo y así poder hablar con Samuel, ya fallecido. Pobre Samuel, hizo todo lo que pudo, otros se llevaron la fama y ni siquiera le dejaron descansar en paz.

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“Jueces” es un capítulo atípico si tenemos en cuenta los precedentes. Es fragmentado, tiene diversos estilos y parece ser escrito años después de los hechos que narra. En cualquier caso, fueron años muy difíciles para la integridad del pueblo de Israel. Para empezar, la capacidad de los israelitas de dejarse seducir por Baal y dar la espalda al Señor es inagotable. El Señor se irrita y los desprotege ante los ataques de otros pueblos, pero les envía jueces que los liberaban de los enemigos y del pillaje, pero ni caso, oiga. No había continuidad. En este sentido, el lamento final del capítulo es revelador: “en aquel tiempo no había un rey en Israel, y todos hacían lo que les parecía”.

Los ‘jueces’ quizá ahora serían llamados ‘indignados’. El más famoso es Sansón, cuya historia está notablemente detallada. Incluye una anunciación previa a su nacimiento similar a la que después precedería al nacimiento de Jesús. Sansón es fuerte, airado, y realiza prácticas sexuales de riesgo con Dalila antes de su captura. Su muerte derribando el templo de los filisteos con éstos dentro da que pensar si es ejemplar el relato de un suicida. También destaca Gedeón, un ejemplo para los entrenadores que ganan títulos con un equipo de jugadores por los que nadie daría un duro.

Sin embargo, los problemas de Israel no sólo derivan de los ataques exteriores. También hay una historia tremebunda que les afecta como pueblo. Tras una violación múltiple con resultado de muerte de una mujer, su hombre decide descuartizarla y enviar un trozo a cada tribu de Israel, pidiendo justicia. Dado que los benjaminitas se niegan a entregar a los criminales, se inicia la guerra de la tribu de Benjamín contra el resto. Cuando la tribu benjaminita está a punto de ser exterminada, alguien da el alto para evitarlo. A los hombres supervivientes se les darán mujeres, pero el resto de tribus ha jurado en asamblea que no ofrecerían en matrimonio a ninguna de sus hijas a un benjaminita. ¿Qué se decide? Se arrasa un pueblo cuyo delito fue no presentarse a una asamblea para quedarse con sus mujeres solteras y ofrecérselas a los benjaminitas. Y como no había mujeres suficientes, se insta a los desparejados benjaminitas a raptar a jóvenes que bailan a la salida de una fiesta. Todo muy edificante.

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