“En estos lugares todo el mundo hablaba de Europa como el mejor destino, la solución a todos los problemas, aunque no había ninguna evidencia de que fuese así. Pero creíamos lo que queríamos creer. Nos aferrábamos a una esperanza. Ni siquiera sabíamos que en Europa la inmigración es con frecuencia considerada un problema. Creíamos, de manera inocente, que nos iban a recibir con los brazos abiertos.”

Éste es el potente testimonio de un joven que viaja desde Ghana a España buscando un futuro mejor. En la “Odisea” homérica, Ulises corría todo tipo de peligros para llegar a su casa, aquí el protagonista sale de su país en plena ignorancia de lo que se encontrará al final. En “Las uvas de la ira”, los desventurados inmigrantes han de sortear el hambre, la discriminación, la desinformación y la explotación. No es, pues, un relato nuevo, pero sí uno muy próximo y del siglo XXI. Y bastante más corto que los citados.

Ousman Umar es un chaval de un pequeño pueblo que queda impresionado al ver un avión por encima suyo y al preguntar le dicen que es invención de los blancos. Iniciará un largo camino del infierno visto como una ruta cruel de eliminación. Ya sea atravesando el desierto, o atrapado en las redes de los traficantes de personas del Norte de África, o subiéndose a una embarcación precaria sin saber nadar, la muerte está muy presente. Si tienes la suerte de llegar a Europa, allí espera, entre otras cosas, el papeleo. En suma, uno de esos textos que nos recuerda la suerte de haber nacido en la Unión Europea.

Siendo un libro con pasajes de alta intensidad en el muestrario de lo peor de la humanidad, se lee con facilidad gracias a la sencillez de la escritura y al rastro de generosidad que también se puede encontrar. Al final, el protagonista explica que fundó una ONG, NASCO Feeding Minds, para educar en origen para que nadie más pudiera vivir una experiencia como la suya. “Viaje al país de los blancos” (2019) pone voz a muchas personas que aparecen en los medios de comunicación entrando ilegalmente en los países y de los que nunca volvemos a saber nada más. Son personas que, en muchos casos, han sufrido experiencias terribles.

“Descubrí que, llegando a Europa en las condiciones en las que yo había llegado, era fácil entrar en un círculo de pobreza e indigencia del que es muy difícil salir. Es complicado comenzar una vida desde cero si eres un inmigrante africano sin amigos, sin estudios, sin dinero, sin conocer bien el idioma. No tienes nada.”

[Capitán Beatty, el jefe de bomberos] “(…) Selecciones de selecciones. ¿Política? Una columna, dos frases, un titular. Luego, en pleno aire, todo desaparece. La mente del hombre gira tan aprisa a impulsos de los editores, explotadores, locutores, que la fuerza centrífuga elimina todo pensamiento innecesario, origen de una pérdida de valioso tiempo.”

Lo que hace estremecer de esta novela distópica escrita a mediados del siglo XX es su componente visionario. Las casas con grandes panatallas, la sociedad del continuo entretenimiento, el espionaje en tu propia casa, están aquí. Por supuesto, no se queman libros por sistema, pero existen métodos más sutiles de censura y de crear espirales del silencio. En el 2024, se viraliza todo lo que sólo te hace reaccionar, en vez de pensar.

La trama del libro es mínima y su arranque es cualquier cosa menos divertido. En una sociedad totalitaria, el trabajo de los bomberos es el de quemar libros. Uno de esos bomberos, Guy Montag, con mujer y vivienda, empieza a dudar y acabará rebelándose contra su propio oficio y su sociedad conocida. El segundo tercio del libro tiene menos acción pero es particularmente interesante y recomendable por sus reflexiones. El último tramo es la caza del hombre y la resolución, en la que textos como el Eclesiastés o el Apocalipsis tienen especial importancia.

Aunque da para hablar de otros temas, el meollo del asunto es que el lector se plantee qué sería de su vida sin libros, o qué haría si tuviera que jugarse la vida por ellos. Quizá lo que se quema es el tiempo para leer, reflexionar, rumiar las propias opiniones y asumir sus contradicciones. Con el título tomado de la temperatura a la que le dijeron a Ray Bradbury que ardía el papel, “Fahrenheit 451” (1953) sigue siendo un refugio para bibliófilos.

[Faber] “(…) Los libros están para recordarnos lo tontos y estúpidos que somos. Son la guardia pretoriana de César, susurrando mientras tiene lugar el desfile por la avenida: “Recuerda, César, que eres mortal”.”

“Más de 3.000 personas desaparecieron en Chile durante la dictadura militar de Augusto Pinochet. En Argentina, la cifra se elevó a unos 30.000. Irlanda del Norte, siendo un país tan pequeño, registró unas mucho menores. La Comisión logró identificar a 16 individuos a los que se había hecho desaparecer durante los ‘Troubles’. Hasta eso era un reflejo de la extraordinaria pequeñez de la provincia. En otros países hubo debates sobre el número total de personas enterradas en tumbas anónimas, pero en Irlanda del Norte la lista de víctimas cabía en el reverso de un sobre.”

Nadie puede ni debe asimilar lo que supone una larga lista de desaparecidos en un conflicto. Sin embargo, centrarse en un único caso puede ser una buena puerta de entrada para lectores no especialmente documentados sobre un tema. Aquí se trata el fenómeno de los Troubles en Irlanda del Norte a través del secuestro y asesinato de Jean McConville, viuda y madre de 10 hijos en el Belfast de principios de los 1970s.

Aunque se narren hechos reales, esto no es un libro de historia: es una obra de no-ficción narrativa que sigue especialmente a diversas personas. Además de la investigación sobre la desaparición de McConville, se recorren las biografías de miembros del IRA como Dolours Price y Brendan Hughes, y también de Gerry Adams, líder político del Sinn Fein que siempre negó haber tenido manos manchadas de sangre por los actos terroristas del IRA. A pesar de una cierta ley del silencio que imponía penas de muerte a los informadores o “cotillas”, un proyecto de grabaciones secretas custodiadas en Boston pensado para estudio posterior llevará a situaciones inesperadas.

A los que seguimos las noticias sobre Irlanda del Norte a finales del siglo XX, este libro tiene la virtud de resituar lo que ya sabíamos y de aportar fascinantes puntos de vista. El periodista americano Patrick Radden Keefe aporta trabajo de campo y nutrida documentación pero no se deja llevar por las innumerables ramificaciones en las que podría perderse. “No digas nada” (Say Nothing: A True Story of Muder and Memory in Northern Ireland, 2018) ayuda a reflexionar sobre el proceso de radicalización personal por defender una causa, la tolerancia social a la violencia política, y el dolor causado en el camino. El libro se centra en la comunidad católica pro-irlandesa, pero también recuerda que hubo fanatismo y crímenes en el bando protestante pro-británico.

“En un poema sobre los Troubles titulado “Digas lo que digas, no digas nada”, Seamus Heaney hablaba de un país de santo y seña, de guiños y cabeceos. Había la sensación general de que, pese al entusiasmo que generaba esta nueva era, el pasado continuaría merodeando en toda su acritud y su intriga.”

“Sabía que tenía una tienda de libros y juguetes antiguos cerca de la catedral de San Juan el Divino, y a veces levantaba algún regalo por medio de la señora Allen. Por ejemplo, un libro con la historia de Robinson Crusoe, al alcance de los niños, otro con la de “Alicia en el País de las Maravillas”, y otro con “Caperucita roja”. Fueron los tres primeros libros que tuvo Sarah aún antes de leer bien, pero traían unos dibujos tan detallados y tan preciosos que permitían conocer perfectamente a los personajes e imaginar los paisajes donde iban ocurriendo sus distintas aventuras. Aunque no tan distintas porque la aventura principal era la de que fueran por el mundo ellos solos, sin una madre ni un padre que los llevaran cogidos de la mano, haciéndoles advertencias y prohibiéndoles cosas.”

Este párrafo sintetiza bien lo que el lector se encontrará aquí: un relato que gira alrededor de las fantasías de los textos infantiles y sobre la propia consciencia de la libertad. A través del seguimiento de los pasos de una niña, se nos presenta una Manhattan llena de desigualdades sociales y peligros mortales para las jóvenes, pero también como un escenario de maravillas. Por ejemplo, ver bajar de una limusina a Kathleen Turner, actriz bella y famosa en el periodo de la escritura del texto.

La narración sigue a una niña de Brooklyn, Sara Allen, cuya familia custodia una receta de una excelente tarta de fresa. Uno de los hombres más ricos de la ciudad está desesperado porque, de todos los productos de su famoso negocio de pasteles, la tarta de fresa es el más flojo. De camino a casa de su abuela, la niña conocerá a Miss Lunatic, una mujer con pinta estrafalaria pero muy dotada para captar emociones.

Así se define Manhattan: “una isla en forma de jamón con un pastel de espinacas en el centro que se llama Central Park”. No es, pues, un libro de viajes: es una declaración de amor a las fantasías que la lectura de cuentos abre a los niños y niñas. Y también uno de esos textos que estimulan a buscar la magia cuando está más allá de la zona de confort. “Caperucita en Manhattan” (1990) es una vuelta de tuerca, una puesta al día (finales del siglo XX) de situaciones y personajes conocidos, aunque Carmen Martín Gaite, la escritora, los deconstruye para hacer algo nuevo. Es un relato que puede desconcertar a los que busquen paralelismo con la acción del texto clásico, ya que sólo se sirve de él en ocasiones muy puntuales.

“Entre el atropellado ir y venir de los viajeros que se adelantaban unos a otros, se empujaban y se cruzaban sin mirarse, una niña totalmente ignorada por ellos lloraba silenciosamente con los ojos bajos y la espalda apoyada en la pared del paso subterráneo. Podría tener unos diez años. Llevaba un impermeable encarnado con capucha, y al brazo, enganchada por el asa, una cesta de mimbre cubierta por una servilleta a cuaros.”

“El conocido religioso Viktor Strandgard fue hallado asesinado la pasada madrugada en la iglesia de La Fuente de Nuestra Fortaleza, de Kiruna.”

Es una novela negra sueca de una autora que entonces debutaba. La acción se sitúa en el norte de Suecia, zona rural, fría y muy religiosa. Junto al altar de una iglesia se ha encontrado un cuerpo mutilado. La hermana del fallecido, que tiene dos hijas, pide ayuda a una amiga.

La amiga es la abogada fiscal Rebecka Martinsson, que vuelve al pueblo de su abuela años después de haberse marchado. A medida que van avanzando las páginas, irán aflorando los trapos sucios y ensangrentados de ese entorno de paisajes nevados aparentemente idílico. Éste es el primer libro de la serie protagonizada por Rebecka Martinsson, una mujer fuerte capaz de tomar decisiones drásticas en situaciones de estrés máximo y pies fríos.

Antes de que lleguen las situaciones de a vida o muerte, la escritora Asa Larsson ha señalado el camino con escenas de tensión entre el fuerte patriarcado imperante y el mundo de las mujeres (necesidades, tareas, emociones). Eso sí, no es nada maniqueo: hay hombres buenos y mujeres de las que más vale estar lejos. Es uno de esos textos con frecuentes fragmentos de la Biblia, y aquí son algo más que un detalle. “Aurora boreal” (Solstorm, 2003) muestra una voz literaria clara capaz de explicar muy bien la complejidad.

"–¿Por qué a tantas mujeres bonitas les pasa eso? – preguntó Sven-Erik -. Se prendan de hombres que no valen la pena y luego continúan siendo prisioneras en su propia casa cuando los hijos ya se han ido.
–No sólo les pasa a las mujeres bonitas – respondió Anna-Maria de forma seca -, pero las mujeres guapas llaman la atención de todos."