Lost in Translation
Javi
18:51h
“Lost in translation” es la típica historia occidental del beso-que-parece-que-no-llega-nunca, ambientada en la exótica ciudad de Tokyo, amenizada con la banda sonora de, entre otros, el último genio de la música popular (Kevin Shields). Un "Breve Encuentro" en color. Punto final. Sin embargo, el primer párrafo lo único que reconoce es esa especie de atracción-repulsión que me produce el cine de Sofia Coppola. No entré en esa obra deslavazada que era “Las vírgenes suicidas”. Mis expectativas ante “Lost in translation” no eran muy altas. Y ciertamente, no me interesan mucho estas aventuras de personajes desarraigados en ambientes cosmopolitas, con anécdotas que no son tales, amigos que no existen y años de matrimonio y convivencia convertidos en desencanto. En resumen, otra obra de la Coppola dirigida a colectivos de edad en crisis con pretensiones de reflejar sus conflictos. Bill Murray sabe sacar provecho de su papel. A ratos consigue lo más difícil en un actor: provocar sonrisas, incluso carcajadas, sin despegar los labios. Es a través de sus sorprendidos ojos como reconocemos al Japón contemporáneo (o sus tics para turistas, ¿verdad, Sofia?), mediante breves escenas de cómico cine mudo. Por su parte, Scarlett Johansson compone una mujer de apariencia frágil y algo taciturna, de esas que despiertan en algunos hombres una cierta voluntad de protección, justificada o no. Aunque no sea una pareja con una química prodigiosa, sí que es verdad que uno de los aciertos de Sofia Coppola es buscar encuadres y escenas que favorezcan esa sensación tan placentera para el espectador de ser testimonio de una bella historia de amor. De verdad que lo he intentado, pero no me sale. Este tipo de cine escrito con aire acondicionado, insípido, innecesario... no me motiva. ... Link (1 comment) ... Comment
Zatoichi
Javi
14:05h
Hay algo en “Zatoichi” que desconcierta. No es el fondo de la historia: trata del restablecimiento del orden y la armonía de la colectividad una vez se han eliminado a sus miembros indeseables, como en “La jungla de cristal” o “El equipo A”, sin complicarme mucho buscando ejemplos. Tampoco el personaje principal es algo nuevo: un samurai que no pelea por dinero sino por lo que cree justo, lo que le hace indestructible ante una gran cantidad de matones a sueldo, a lo “Yojimbo” (Kurosawa) El único rival que estará a su altura será alguien que tenga algo parecido a una motivación altruista (en este caso, cuidar a su mujer enferma). La particularidad del protagonista es que disimula su ceguera con un insuperable desarrollo de los otros sentidos, casi a lo Daredevil, y también disimula su condición de samurai con un disfraz de masajista. El protagonista no es el único que cambia de apariencias. Ahí están los personajes de las geishas, que desencadenan los acontecimientos y que tras su arte ocultan una historia terrible. Y los malos, pero no me extenderé en ello. Lo que quiero expresar es que muchos personajes llevan tras de sí una motivaciones fuertes, que obligan al narrador a fragmentar el fluir natural del relato para centrarnos en algún momento del pasado o presente inmediato para justificar sus acciones. Son unos flash-backs siempre extraños, algunos de ellos terriblemente bellos. Son links que tal vez no son necesarios, pero que me alegra que estén puestos. Paradójicamente, el protagonista carece de ellos.... Para añadir algo más de dificultad, el tono no es uniforme. Hay escenas de violencia, algunas de ellas coqueteando con el “gore”, junto a piezas de comicidad desbocada (el loco que se pasa el día corriendo y gritando queriendo ser samurai, o la maravillosa creación del torpe personaje adicto al juego), sin esquivar el drama social o la tragedia personal. Incluso hay momentos casi de musical en los que los ruidos de las acciones que vemos se mezclan con la maravillosa (una vez más) banda sonora, creando unas melodías de gran riqueza. Todo ello, decía, crea en el espectador una sensación de desconcierto. Takeshi Kitano, más que un narrador, es un alquimista del cine que experimenta con todo lo que está a su alcance: colores, sentimientos, música, atracción-repulsión, tono, ritmo, espacio, tiempo. O un gran chef: sus menús, siempre distintos y sorprendentes, tienen ese inconfundible aroma de la pieza única, a pesar de contar con ingredientes sacados del mercado de la esquina. Por comparación, “Zatoichi” es tan atractiva como “Hana-Bi”, tan próxima como “El verano de Kikujiro”, tan ‘occidental’ como “Brother” y tan cuidada estéticamente como “Dolls”. No sé qué más decir: es una gran película. ... Link (2 comments) ... Comment
"21 gramos"
Javi
14:01h
Cada vez que me enfrento a una película de Alejandro González Iñárritu siento una opresión en la caja torácica. No me llega aire a los pulmones. Yo creo que, viendo lo que nos proyecta este director mexicano, mi cuerpo se olvida de respirar. El director de “Amores perros” ha vuelto por donde solía. Historias cruzadas a partir de un hecho fatal. Ahora la fórmula de narración es un rompecabezas en el que el espectador, poco a poco, va encajando las piezas. Puede ser que no te apetezca y te marches de la sala, como he visto hacer. O puede ser que recompongas el puzzle y lo que veas ante ti tampoco sea tan interesante, como opino yo. Escuchaba en bocas de algunos espectadores al salir de la sala algo que se me pasó por la cabeza cuando veía la película: “Memento”. Quien viera el film de debut de Christopher Nolan debe saber que puede tener un nuevo reto ante “21 gramos”. Sin embargo, lo que en un momento fue una idea brillantísima ahora no se puede utilizar constantemente para explicar una historia que igualmente tendría fuerza si adoptara un código narrativo más convencional. La pregunta que González Iñárritu se debió hacer es: ¿la historia gana en intensidad si desordeno las piezas? Y su respuesta se convierte en un imperativo para el espectador: trabaja, maldito. Otra vez a hacer memoria, venga. Como la película va dando saltos adelante y atrás en el tiempo, poco a poco vas estableciendo causas y consecuencias, y prediciendo acontecimientos. Lo que queda, eso sí, es el mensaje repetido machaconamente por distintos personajes: “la vida sigue”. Pero en qué condiciones. Ya sé que me diréis que es triste, pero no reconocí a Naomi Watts, una de las protagonistas de la prescindible “Mulholland Drive”, hasta que la vi desnuda. Paréntesis: me estoy dando cuenta de que mi opinión sobre “21 gramos” y “Mulholland Drive” casi es intercambiable. Cierro paréntesis. Como decía, Watts es la clara protagonista femenina, mientras que Sean Penn y Benicio del Toro ponen sus caritas. Ya sabéis, ésas en la que expresan: “me jode esta vida perra y el Espanyol va a segunda” o “no veas lo que sufro los sábados sin Parada”, etc. Cierto es que son tres grandes intérpretes, y que gracias a ellos la función se hace interesante, pero no acaban de arrastrar porque la estructura del film no se lo permite. Y es que de repente te encuentras con un personaje en las últimas, después vivito y coleando, ora triste, ora histérico, ora alegre, y eso dificulta el proceso natural de identificación del espectador con los protagonistas. Es la dirección la que está sobreexpuesta en el film. Por ello, antes que ver esta película, partiendo de una idea parecida (los efectos de un accidente de tráfico en las vidas de las personas que lo padecen directa o indirectamente), recomendaría “Te quiero para siempre” de Susanne Bier. Una peli Dogma muy humana. Con unas mayores ínfulas, “21 gramos” pone a Dios por testigo. Y éste aprieta pero no ahoga: no sé si eso explica lo de mi caja torácica. En todo caso, prefiero distraerme con otra cosa. ... Link (0 comments) ... Comment
Ser y tener
Javi
20:36h
Viendo este documental, uno se plantea qué es lo que está dispuesto a ver cuando se sienta frente a una pantalla. ¿La autosuperación de una/s persona/s enfrentada/s a la adversidad? ¿Ver cómo se rompen un montón de cosas por algo que merece la pena? ¿El tiempo dilatado en busca de una emoción trascendente, o comprimido con el objetivo de suministrar placer visual? Bueno, pues nada de eso se encuentra en el documental que nos ocupa. Ver "Ser y tener" es un acto de fe. Porque lo que ves es, pura y simplemente, las pequeñas anécdotas diarias de una escuela rural del Auvergne, en Francia. Ni siquiera se toman la molestia de introducir a un padre psicópata que quiera llevarse a su retoño a punta de navaja porque perdió su custodia, o la actuación implacable de algún especulador sobre la humilde escuela, o una trama de iniciación sexual (en el cine español se haría, sin duda), o... No estamos acostumbrados a tragarnos un producto sin malos. Asistimos a la lenta construcción de los referentes de una serie de niños, un proceso frustrante cuando se ve que algún crío no avanza o gratificante cuando se produce la comunicación entre los alumnos y el profesor y entre los renacuajos mismos. Sin embargo, es imposible no ser arrastrado por el juego de identificarse con los niños, con sus pequeños tropezones y grandes pasitos, con sus humildes aventuras que muchas veces hemos visto, con otra forma, en la vida de los adultos. Si en estas líneas asoma la cursilería, desde luego he fracasado al intentar explicar las buenas sensaciones que me ha dejado este documental. Los niños tienen momentos auténticamente brillantes. Por no chafar demasiados, comentaré sólo dos que son muy fugaces: uno, cuando el profesor está explicando que se va a jubilar, y ante la posibilidad de que llegue un nuevo maestro un niño deja escapar un "haremos huelga" que, en fin, forma claramente parte de otra mentalidad; y dos, un niño que no tiene la palabra "amigo" en su vocabulario y la sustituye por "copain" (colega, más o menos), y el profesor y sus compañeros intentan ayudarle a pronunciarla, pero es que no le sale. Esta escena es demasiado buena para que no sea buscada, pero aun así me pareció excelente. Yo estaba dispuesto a ver un producto de esta naturaleza. La sala de proyección no estaba precisamente vacía. ¿Aquí en España nuestro adorado Ministerio de Cultura pagaría y difundiría un documental de este estilo con un apoyo remotamente parecido al francés? Alguno podrá pensar que no, que ni hablar, que este producto es un peñazo y que ojalá hubieran soltado a Herodes por la campiña francesa. Pero entramos en una discusión que no es nueva: ¿es mejor el cine de clímax y orgasmos rápidos que una narración audiovisual sobre un tema de lenta construcción? Apostar por lo segundo es un acto de fe, porque cualquier productora, con buen criterio, pone su dinero en lo primero. Y se remitirán a las pruebas del taquillaje, y tendrán razón. À vous de penser, mes amis... ... Link (2 comments) ... Comment |
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