Ah, si eran desiguales, entonces, con suerte, se podía esperar lo mejor. Por un lado estaban los anodinos combates entre el favorito y el sparring que recibía unas cuántas yoyah como entremés de combates más interesantes. Y por otro lado, los combates desiguales en los que un punto de inflexión llevaba a un desenlace inesperado y en el que la dinámica de la pelea conducía al espectador al clímax (si ganaba el luchador preferido) o a la más humillante de las frustraciones (motivada por la derrota de a quien, con todo prácticamente ganado, se le escapa la victoria no se sabe muy bien cómo).

En el Pressing Catch había espectáculos memorables en los que los luchadores se dejaban dar una supuesta paliza considerable, y de repente, llegaba "el baile de San Vito" que hacía prácticamente indestructibles y victoriosos a monstruos como Hulk Hogan o el Último Guerrero. Y el público parecía preso de un orgasmo colectivo. O, de repente, con una victoria prácticamente asegurada del luchador simpático, antes del final del combate, aparecía un elemento externo (otro luchador, por ejemplo) que usaba cualquier truco sucio para cambiar el desarrollo de la pelea. Y a la gente le entraba un ansia de venganza terrible que era estimulada de cara a un futuro enfrentamiento con los mismos protagonistas.

El fútbol no es mucho más sutil. La bochornosa eliminación del Madrid o la proeza que llevó a cabo el Deportivo de la Coruña no son remarcables por sí mismas: lo que importa son los mecanismos de fortalecimiento de la identidad colectiva que generan. Poder decir: yo estuve allí llorando (de tristeza / alegría) junto a ti, junto a vosotros. Y es que en los dos partidos hubo tantos errores de quienes perdieron que no se puede hablar de belleza en el sentido desapasionado del término. Pero eso a mucha gente no acaba de importarle. Y, la verdad, tampoco tiene por qué.

Se ofrece periodista mercenario. Puedo elogiar a Juan Luis Cebrián al tiempo que criticar al Partido Popular y a sus medios afines. Puedo leer dos líneas de Haro Tecglen sin reirme, y poseo todas las cualidades necesarias para formar parte de su consejo de redacción: dedico octavas reales a Zapatero, tengo conocimientos del mercado bursátil que beneficiarían a las acciones de PRISA y cuando era pequeño hacía los deberes de Vacaciones Santillana. Habrá notado por estas referencias que soy una persona aplicada y cultivada, y joven, un ejemplo del buen hacer de la reforma educativa que el partido socialista emprendió en los años 80.

Carta a Federico Nosequé Nosecuántos:

Se ofrece periodista mercenario. Puedo citar a Milton Friedman sin que me remuerda la conciencia. Prometo que mi lealtad a los principios liberales sólo se ve superada por mi inquebrantable repulsa ante todo lo que representa el socialismo español, incluyendo a Alberto Ruiz-Gallardón. Confundo sin ningún pudor nacionalismo y terrorismo, y si es necesario segregar bilis contra el cine español seré el primero. Prometo repetir como un loop las teorías del jefe, y sacarles la polilla de vez en cuando con algún escándalo en el PSOE. Habrá notado por estas referencias que no me duelen prendas cuando se trata de actuar con doble moral.

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-Toma una pastilla, hijo. Duérmete y ya verás cómo mañana no te dolerá la cabeza.
-Es que el ruído de ahí fuera no me deja dormir.
-¿Y esos vecinos con las cacerolas? ¿Lo de la guerra no había pasado ya? Hijo, mira, tienes un mensaje.
-Pásame el móvil, mamá... pffff... a ver... sí, ir a la sede del PP, corriendo voy... no me puedo ni mover...
-¿Tus amiguitos del colegio son socialistas?
-¿Mmmm? ¿Y eso qué es?

* * * * * * *

-Oye. ¿Qué sabes de lo del golpe de Estado?
-Mmmmmm...
-Sí, hombre, lo de convocar el estado de excepción y aplazar las elecciones... con plan A y plan B y todo... un documento que debía firmar el rey... y en esto que Juanca I el Campechano pega un puñetazo en la mesa ante el titubeante ministro del interior: "O sales tú o salgo yo" para informar de la línea de Al-Qaeda, y...
-¿Y qué más?