De esta manera, se mantiene toda la literatura de los eventos antiguos: la partida de los héroes, la crónica encendida de sus gestas y, en el caso español, a falta de triunfos, el aroma propio de las conspiraciones internacionales o la falta de fortuna, que preceden al silencio y a la búsqueda de un nuevo aspirante a ser portador de la ilusión que sea, por fin, capaz de llevar a su comunidad al orgasmo colectivo. Y en el país que nos ocupa, hay bastante retención...

Lo que me lleva a un ámbito que no es jurídico-normativo, sino meramente político. Quiero ver a los mismos que hasta hace poco proclamaban que la Constitución española no se tocaba justificando lo siguiente: los españoles no tienen derecho a pedir que se toque, pero sí los Gobiernos en el uso de sus competencias en relaciones internacionales. De hecho, la Constitución ya fue modificada (se añadieron dos palabritas de nada en el artículo 13.2 para que los extranjeros de los países con tratados de reciprocidad con España pudieran ser elegidos en las elecciones municipales), pero esto es mucho más serio.

Cuando aquél decía que había que sacar a España del rincón de la historia, se equivocaba: España como Estado tiene peso, los que no tienen peso son los ciudadanos. Si la Constitución europea es sometida a referéndum en España, en el hipotético caso que los ciudadanos votaran mayoritariamente "no", el Estado plantearía la consulta varias veces ad nauseam hasta que se votara sí.

La diferencia entre el despotismo ilustrado y la democracia como se entiende en España en estos días a veces cuesta de explicar.

Tampoco está estipulado en ningún contrato que te puedan enviar a la puta calle por enviar un e-mail a tus compañeros mofándote de la empresa.

Cuando llega el calor, neuronas se evaporan.

El gran problema es la diferente velocidad del tiempo político y del tiempo judicial, de cuya diferencia el Partido Popular pretende sacar tajada a corto plazo (ganar las próximas elecciones autonómicas en Madrid y las generales, y luego ya veremos). Creo que al PP le interesa más que a nadie que se demuestre que los hipotéticos corruptores no forman parte de su partido, aunque tal vez me equivoque. Ahora bien, si la sombra de la duda se cierne sobre los dos partidos políticos, como es el caso, se está aliñando el caldo de cultivo para algo imprevisible en el caso de que se produjera una crisis económica. Si la ciudadanía percibe que la clase política no es capaz de asegurar buenas relaciones con los países vecinos, ni solucionar por sí sola los problemas internos, ni garantizar la paz social, ni detener los recortes en bienestar, y además, la economía no creciera (con el consecuente aumento del paro)... tiemblo de pensarlo.