Cielos. Y yo que pensaba que había exagerado algo resulta que me quedaba corto. Y realmente se cree que después de él...

Cuando por fin los humanos habíamos aprendido a dominar el fuego para espantar las alimañas cuyos aullidos nos atemorizaban, hay que ver qué temores nos aúllan las alimañas que nos espantan desde el televisor que nos domina e inhumaniza.

-¡Señoras y señores, con todos ustedes... el fin del caso del escapista!
-Vamos a ver, ¿tú eres tonto o leías demasiada Agatha Christie?
-Oye, pues a mí me parecía buena idea... Bueno, a ver este otro: señoras y señores, lo hemos trincado.
-¿Pero tú de qué ghetto has salido?
-Ya veo que no te complace... a ver, ésta... un momento... sí, ahí va: señoras y señores, le hemos dado bien por...
-Para el carro. Piensa que te va a ver medio mundo.
-Por eso, hay que darles diversión...
-Pero se trata de hacer algo más sencillo.
-Este... ya lo tengo... a ver qué te parece.
-Bien, me parece bien.
-Pero si aún no te lo he dicho.
-Ya lo tenemos. Eso es. Sencillo y directo. Pasarás a la historia por esto, piltrafilla.
-No me divertía tanto desde que era pequeño y levantaba una construcción de Lego y la destruía de una patada y...

... Y en estas que llegaron los más malvados, Enigmacarod, Pingüinarzalluz, y el peor de todos, Ibarretxoker. La población estaba aterrorizada. Pero con la ayuda de los feligadgets, ideados por él tras largos años de dedicarse al estudio merced al dinero de sus padres, Felitman les plantó cara. Pow, kaposh, paf. Consiguió vencerlos a todos y salvar así la integridad de su adorada Espatham City. Estaba casado con una periodista que recopilaba sus hazañas y alejaba en lo posible a la canallesca. Y para no levantar sospechas, había que hacer niños, claro. Porque la misión era dura, sí, y debía ser oscura.