¿Cuántas películas españolas ha habido con impecables decorados y diseños de vestuario y peluquería y que no resisten un análisis más allá del vuelo corto de las intrigas palaciegas? No faltan cuchicheos de pasillo en “El discurso del rey”, pero tienen la virtud de estar incorporados como melodías auxiliares. En esta obra hay que seguir dos líneas principales: una, los esfuerzos de un príncipe por dejar de tartamudear con la ayuda de un terapeuta peculiar, y dos, el lento ascenso del retumbar de los tambores de guerra ante el auge del nazismo y del estalinismo. El milagro del guión de “El discurso del rey” es que las melodías se complementan de forma totalmente armónica hasta su colofón.

Párrafo aparte para el alto nivel interpretativo del film. La corrección habitual de Colin Firth asciende a niveles de excelencia, y la contención de dos histriones como Geoffrey Rush y Helena Bonham Carter merece una alta valoración. El director, Tom Hooper, es relativamente joven y demuestra tener pulso firme. Como el protagonista del film, Hooper afronta un largo camino para que se oiga su voz. Y es que su nombre se asemeja mucho al de Tobe Hooper (“La matanza de Texas”, “Poltergeist”).

* Cine 2010

A la salida del cine, un niño exclamó sobre la película: “¡Menudo pastelaco!”. Efectivamente, “Balada triste…” es una película que se saborea mejor con el manual de instrucciones televisivo e histórico ya incorporado. Esta comedia dramática con triángulo de amor se convierte en una pesadilla de terror que no se detiene en contemplaciones ni en excesivas explicaciones.

“Balada triste…” es irregular porque a ratos es hipnótica. Además, es otra de esas películas que refrescan el viejo mito de “la impagable galería de secundarios del cine español”. Tiene frases para recordar por muchos años (por ejemplo: “¡Yo digo lo que tiene gracia!”, o “El humor es para los débiles. Si no se ríen, acojónalos”). Es decir: a pesar de sus imperfecciones, “Balada triste de trompeta” merece reconocimiento por los amantes del cine, que pueden disfrutar de una película arriesgada y personal en un año cinematográfico que tiende, con algunos puntuales repuntes, hacia el encefalograma plano.

* Cine 2010

El camino a la redención está bastante trillado. En el mundo del cine hay incontables casos de criminales que aspiran a desaparecer del entorno en el que han crecido para llevar una vida reposada. Ahí están películas como, pongamos, “Juntos hasta la muerte” de Raoul Walsh, “Atrapado por su pasado” de Brian de Palma o “El último golpe” de David Mamet. En todas ellas hace falta un último esfuerzo, que puede resultar muy peligroso. En este marco encuentra perfecto acomodo el nuevo film de Ben Affleck.

“The Town. Ciudad de ladrones” es un buen film de género. El personaje protagonista es interesante y las escenas de acción están bien dosificadas. La carrera como director de Ben Affleck no pinta mal.

Y ante los títulos de crédito, me pregunto: ¿es Ben Affleck el heredero natural de Clint Eastwood? Si con “Adiós, pequeña, adiós”, Affleck sintonizaba con “Mystic River”, “The Town. Ciudad de ladrones” comparte el buen hacer de estimables películas menores como “Poder absoluto” o “Deuda de sangre”. Veamos hasta dónde es capaz de llegar el risible actor de “Pearl Harbor”.

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“Contracorriente” es un relato que pretende hablar del amor homosexual en un entorno de machismo, de catolicismo y de comunidad pequeña y vigilante. Es una película, pues, útil en un determinado contexto. Fuera del mismo, se deja ver. Cristian Mercado y Manolo Cardona hacen una buena labor interpretativa, debatiéndose en la imposibilidad de compatibilizar lo aceptado con lo irrefrenable. No es nada fácil manejarse en el amor clandestino, en la oscuridad.

Si continuáramos la cita bíblica, seguiría más o menos así: “sin embargo, el que odia a su hermano habita en la oscuridad, camina en la oscuridad y no sabe a dónde va, porque la oscuridad cegó sus ojos”. En parte es así, puesto que la película, más que un drama con protagonista que ama a dos a la vez y procura no estar loco, es una historia fantasmal. El director Javier Duentes-León filma el largo camino a la redención, que empieza por uno mismo, y tiene como meta el reconocimiento social (la luz).

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“Buried (Enterrado)” tiene un título inequívoco: es una película claramente contraindicada para personas con claustrofobia. La película empieza con el protagonista durmiendo en la oscuridad, respira plácidamente, tose, se despierta, intenta incorporarse, choca contra una madera, su respiración se vuelve más agitada… Y así empieza una historia de supervivencia a contrarreloj, en la que el protagonista sólo cuenta con un mechero y con un móvil para salir antes de que se le acabe el oxígeno.

A medida que avanza “Buried” vamos conociendo más detalles sobre el personaje, pero lo realmente relevante es que ‘esto te puede pasar a ti’. Por no dar muchos detalles, apuntaré que el relato es capaz de unir a Edgar Allan Poe con Franz Kafka: tiene la sensación de angustia calculada del primero y la impotencia del individuo ante la maquinaria institucional del segundo. Si esto que cuento les parece interesante, vayan a verla ya. Si creen que no van a poder soportarlo, no digan que no les he avisado.

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