En la tercera inscripción del templo dedicado a Esculapio en Epidauro se describe la siguiente historia: Istmonike pidió quedar embarazada, y el deseo le fue concedido. Ahora bien, pasaron tres años y aún no había roto aguas, así que ella volvió al santuario. Una vez allí, Esculapio, muy solícito, le recordó que ella sólo había pedido un embarazo, no un parto.

Su principal trauma era que no podía lucir musculatura a pesar de que iba frecuentemente al gimnasio, concretamente a correr sobre la cinta. Tampoco se podía poner moreno, y ambas cosas por el mismo motivo, por llevar la casa a cuestas. Eso sí, el contacto con el agua salada y el sol le hacía brillar como el que más. Claro que, en su caso, no era debido a la crema protectora. ¡Baboso!, le dijeron un día cuando tomaba impulso para entrar con la tabla en el mar. Él les miró fijamente, con esos ojitos, y logró amedrentarles. Casi siempre surcaba las olas solo, ya que prefería salir justo cuando acababa de llover, de forma que no había de esquivar a las lanchas o a algún incómodo bañista. Sentía al enfrentarse a las olas un enorme placer, desconocido para muchos de sus congéneres, como el que proporciona la velocidad. Incluso ha pasado a la inmortalidad: una foto suya, de jovencito, en un coche junto a cuatro humanos, sirvió para la portada de un disco. "Surfin' safari", de The Beach Boys. Es esa mancha situada junto a la mano de uno de los componentes: de los que sujetan la tabla, el de la izquierda. Fijaos bien. Poned el cursor sobre la imagen del disco.

El Parlamento de un Estado quiso poner un poco de orden en el mapa municipal del país, muy fragmentado, poco eficaz. Así que decidió cortar por lo sano y determinó que sólo recibiría la denominación de municipio (con sus atribuciones legales y presupuestarias) aquellos municipios que tuvieran censados 5.000 habitantes. Tate, dijo un alcalde con un pueblo de 4.536. ¡Que me quedo sin polideportivo para el pueblo! Rápidamente, antes de que entrara en vigor la ley, el alcalde se puso a trabajar. Ofreció ayudas a aquellos habitantes de pueblos vecinos pequeños que quisieran empadronarse en su localidad. Algunos empezaron a llegar, hasta casi alcanzar el número deseado. Entonces el alcalde tuvo un flash. Ya tenía la excusa para acercarse a su vecina viuda, bella como todas las jóvenes viudas o más, y pedirle favores. Necesitaba tener con ella el habitante 5.000. Cuando picó su puerta, el alcalde, vestido con su mejor traje, con un cinturón que le apretaba y una corbata prestada, tenía el punto de partida idóneo para su discurso. "Lo que vamos a hacer será por el bien común".

Yo conocí a un niño al que, cuando se levantaba, cada día, le pegaban con una maza en un dedo. Auuuh! Nunca entendió qué le hizo a su padre para que éste se despertara siempre antes del amanecer, esperase a que su hijo se desperezara, y procediera con un golpe seco. Prooof! Auuuh! Bien, tal vez recomendaríais al niño que se quedase en la cama, fingiéndose el dormido, pero, en ese caso, ¿de qué comería? Necesitaba comer. Y jugar con el resto de los niños, con los que no podía jugar al baloncesto y a duras penas a las chapas. Los profesores debían pensar que el chico era poco menos que un pillo, así que pensaron que lo que hiciera el padre estaba bien hecho. Prooof! Auuuuh! Un día que el golpe le dolió más, decidió hacer algo diferente. ¿Sus consecuencias? Al día siguiente, el golpe fue en la cabeza. Proootch! Silencio.

Llevaba 13 meses sin salir del bombo. Bueno, la sacaban para darle lustre y después la volvían a introducir, pero esas salidas no contaban. La bola número 29 hacía todo lo posible por salir en la combinación ganadora. Adonde se dirigen los focos. Cuando giraban sus compañeras, la 29 resbalaba entre ellas y se dirigía lo más rápido posible a la salida, que se abría de forma fugaz, de forma que sólo una podía pasar. A veces dos conseguían coger la posición, pero entonces se atrancaban, ninguna salía y vuelta a girar. Y la bola 29 no era lo suficientemente rápida. La bola 37 tenía fama de haber salido más veces que ninguna, aunque negaba tener una estrategia para conseguirlo. Pura suerte, decía.