Por supuesto, estoy hablando de Ciutadans – Partit de la Ciutadania. Nombre algo pintoresco y reiterativo (hay que tener en cuenta que no podían registrarse como “Ciutadans” porque es un nombre genérico) presentado en sociedad el día 9 de julio del 2006. Teniendo en cuenta la gente que tenían detrás, entre los que se cuenta el profesor de periodismo Arcadi Espada, no sé cómo se les ocurrió para la presentación un día más horrendo: un domingo de julio que coincidía con la final de un Mundial de fútbol, con una visita del Papa a España y, esto sí que no se podía prever, con la presencia en la final de Wimbledon de Rafael Nadal.

No fue este el único detalle que denotó una cierta dejadez durante las jornadas del congreso fundacional. Se hizo en un hotel del Campus de la Universidad de Bellaterra, el mismo en el que Convergencia i Unió reúne de vez en cuando a sus órganos de gestión. Allí se convocó a los medios de comunicación a las 13:00, pero las votaciones se alargaron mucho más de lo esperado. Los reporteros gráficos presionaron para poder tomar las imágenes habituales en este tipo de actos, y desde la organización del neonato partido nadie quería asumir la responsabilidad de autorizar su entrada. En un país donde hay canales de emisión exclusiva de información durante 24 horas, este tipo de detalles es fundamental. A los medios de prensa escrita se les sugirió que se fueran a comer y que volvieran a partir de las tres y media, porque todavía había diversas votaciones pendientes. Por supuesto, tras tomar unos minutos de imágenes, cámaras fuera.

A lo largo de un congreso de un partido político se escucha una proporción notablemente alta de frases desafortunadas, así que tampoco es cuestión de hacer aquí ningún tipo de inventario. La impresión general es que la voluntad oscurantista de los organizadores respondía a las dificultades para llegar a consensos amplios. La sola votación del nombre del partido ya fue bastante igualada. Eso sí, el que fue nombrado primer presidente de C-PC, Albert Rivera, consiguió un amplio apoyo. Su discurso de agradecimiento fue tan vacuo como el de cualquier líder político, pero consiguió movilizar a su parroquia, que le dedicó un gran aplauso. Hizo subir a su equipo junto a él y consiguió una de esas imágenes de líder carismático que algunas personas recogieron con sus cámaras privadas mientras los periodistas estaban comiéndose un bocadillo frío o una salchicha de sequedad dominical en cualquier lugar menos allí: un error garrafal de puesta en escena que sólo se puede entender desde la autodesconfianza.

A la rueda de prensa posterior, con tres horas de retraso, en una especie de cámara frigorífica, se presentaron el presidente, el secretario general y otra integrante de la nueva dirección de la formación. Entre los asistentes (cómodamente sentados, entre bastidores) estaban Xavier Pericay y Arcadi Espada. Otros como Francesc de Carreras y Albert Boadella, salvo corrección, hicieron mutis por el foro (o igual tenían otros compromisos más importantes que atender). En la sala había refrescos y un “aperitivo vespertino”. No estaba del todo mal para un partido que se nutre de las cuotas de los afiliados y de donaciones (¿de quiénes?, no hubiera estado mal un ejercicio de transparencia en ese sentido). Después de jugar al despiste (no se sabe si se presentarán o no a las elecciones municipales y generales, no se sabe dónde se sitúan en el eje izquierda-derecha, no se sabe quién encabezará la lista a las elecciones al Parlament de Catalunya), exigieron a la prensa un trato respetuoso. Lean esta última frase otra vez antes de seguir.

En la memoria aún guardo un ejemplo de “trato respetuoso”. Durante la campaña del Referéndum del Estatut, la entonces plataforma Ciutadans de Catalunya afirmó que dos de sus miembros habían sido agredidos en el Centro Cívico la Sedeta de Barcelona con un casco de moto, de forma que una de esas personas fue supuestamente atendida en el Hospital Clínic de Barcelona. Las llamadas que se hicieron al día siguiente al Hospital Clínic, así como a otros centros hospitalarios, no dieron el resultado esperado: ninguna persona había sido atendida en los términos que Ciutadans habían proclamado. No consta tampoco ninguna denuncia contra los presuntos agresores. Sí que fue verdad que un grupo de jóvenes independentistas intentaron entrar en la sala donde se iba a celebrar el acto de Ciutadans, lo que produjo momentos de gran tensión. Lo demás, está sin confirmar. Eso no fue obstáculo para que diversos medios abrieran las informaciones de campaña del día con la versión de Ciutadans de los hechos.

La palabra que de momento define a la criatura neonata es confusión. Y eso es algo que tiene arreglo. Si quieren, claro.