viernes, 19. agosto 2011
Vacaciones en Portugal, julio 2011

VIERNES 22

Viajo con mi buena amiga Ana.

Javi y Ana en Lisboa

Pero esta imagen corresponde a las últimas horas del viaje. Vamos al principio.

El avión desde Barcelona-Prat hasta Lisboa no sale a la hora prevista. El comendante explica que habían permitido embarcar a los pasajeros para poder presionar a la torre de control, desde donde se le indicaba que no podían salir del aeropuerto debido a las malas condiciones del tiempo. Ante la evidencia de que no llovía ni el viento era especialmente notable, el piloto le echó la responsabilidad a Bruselas. Y los pasajeros estuvimos una hora sin movernos.

Este hecho permitió, cuando finalmente el avión pudo elevarse, que los pasajeros más próximos a las ventanas pudieran gozar de la persecución de nuestro aparato al sol poniente. Asistimos a un ocaso prolongado con un cielo rojizo espectacular. Al sobrevolar Lisboa, se aprecian las indicaciones de “Saldos” de El Corte Inglés.

Ya en tierra, la primera cara que nos sonríe al llegar a Portugal es un anuncio en la pared del Banco Espírito Santo con la imagen de Cristiano Ronaldo. El actual jugador del Real Madrid representa, en estos momentos, el relato del chico pobre con talento que llega lejos a lomos de la soberbia. Quizá la mirada de un culer empañe algo este análisis.

La carrera del taxi hasta la Praça dos Restauradores, con mi maleta incluida, vale 11,25€. Ya es de noche en Lisboa.

Nuestro primer contacto con el piso de la ciudad es el sonido del Elevador da Glória, un chirrido precario pero insistente comparable al que identificaba al maligno en “La noche del demonio” de Jacques Tourneur. Subimos andando por la acera junto a las vías, empedrada y con un fuerte desnivel. A nuestra derecha apreciamos algunas paredes con graffittis no especialmente artísticos pero sí con cierta calidad. Queremos cruzar la Rua S. Pedro de Alcántara pero, en ausencia de semáforo, con esperar no basta. Aprendemos de los lisboetas a plantar el pie con decisión en la calzada, y los coches ya frenarán. En el Bairro Alto vemos oferta abundante de caipirinhas. Sin embargo, nos bastan unas tostas mixtas (similar a un bikini) y unas cervezas. Pronto nos acostumbraríamos a reclamar una imperial (rubia de 33 cl.). En la tele del local ofrecen una corrida de toros portuguesa.

Cuando regresamos para dormir a nuestra habitación de la pensión, la tele habla de 7 muertos confirmados en unos atentados en Oslo. No imaginábamos aún la verdadera magnitud de lo sucedido en la tranquila tierra noruega.

SÁBADO 23

Pintada en la pared: “Komete el dinero”.

A la mañana siguiente, el objetivo es ir a Alfama. Buscábamos el tranvía en la Praça de Figueira, pero no tuvimos éxito, así que utilizamos el autobús 737 que llega hasta los alrededores del Castelo de São Jorge. El vehículo sube dando tumbos en primera marcha. Pasamos junto a Sé-Catedral, con sus mendigos en la puerta.

Entrar al Castelo vale 7€, un precio que consideramos excesivo. Preferimos alejarnos de los turistas y de los altavoces que derraman fado y visitar las calles de Alfama. Apenas hemos caminado un poco encontramos una pancarta en un balcón: Aquí podía viver gente. Reabilitar a cidade – Baixar as rendas – Criar emprego, y está firmada por el Bloco di Esquerda. La ciudad está en marcha en plena temporada turística, pero no se puede borrar todo rastro del hecho de que Portugal vive un periodo de austeridad y ha necesitado un plan de rescate económico.

Ana mirando al Tajo desde Alfama

Los trinos de los pájaros despuntaban entre edificios semiderruidos. Hay gente mayor junto a las puertas de las casas, viendo pasar el tiempo. Dos mujeres se cruzan y una se queja del empedrado de las calles, una auténtica tortura para los tobillos. En el interior de una cafetería, un pianista interpreta a Chopin en vivo, mientras los clientes están al otro lado de la pared, en el exterior.

Nos detenemos a la sombra de los olivos en la plaza junto a la Iglesia da Graça. Se está fresquito y se puede contemplar la ciudad desde un mirador. Tenemos sed y entramos en un bar con varios hombres en la puerta. En la televisión, “Manhã Informativa” ya habla de 91 muertos en los atentados de Oslo. El periódico “Correiro da Manhã” titula: “Terrorismo regresa à Europa”.

Nos dejamos caer por las calles empinadas y por las frecuentes escaleras, y alcanzamos el edificio del Ministerio de Finanzas portugués. Transmite pobreza, y su placa está suspendida entre dos ‘tags’. Cerca de allí apreciamos balcones con estéticas boganvillas.

Pintada en la pared: “Baxa as expectativas do sueño más alto”.

Nos dirigimos a la Praça do Comércio, al café-restaurante Martinho da Arcada. Allí se pueden encontrar en las paredes fotos de Manoel de Oliveira y José Saramago, entre otros. Lo que más destaca en su interior es la mesa vacía, en la que no se puede consumir, junto a la que se sentaba Fernando Pessoa. No hay pérdida: hay libros del escritor sobre la mesa reservada. Está permitido sentarse allí puntualmente y hacerse una foto, si se quiere. Allí comí un bife de atum à portuguesa y un postre alentejano consistente en una tarta de almendra y calabaza.

Ambos estamos cansados y volvemos en metro para esquivar la canícula. Las distancias entre las paradas de metro son relativamente cortas. Vale la pena ir caminando por la ciudad si se puede, pero hay que tener en cuenta que para las personas con movilidad reducida, la capital portuguesa es un entorno hostil. El transporte público intenta compensarlo en buena parte, pero si el propio Pessoa hablaba del “carácter accidentado de la ciudad” lo hacía con razón.

Pequeños traficantes de droga nos ofrecieron marihuana y hachís al menos media docena de veces durante esa semana. Sin ningún pudor, con la bolsa a la vista. Alguno de ellos disimuló un poco más y nos ofreció gafas en primer término. Sensación de cierta impunidad.

“Viagem ao mondo da droga” es uno de los títulos que se presentan en el escaparate de una librería. Hay bastantes libros de medicina, de temas amorosos, y el llamativo “Pénis. De masculinidade, del órgano masculino” de Monteiro Pereira.

Hay “saldos” en las tiendas de Chiado. Muchas de ellas son franquicias extranjeras, con nutrida representación española. Un cartel pide perdón por no permitir el paso de forma temporal al elevador de Santa Justa.

La estatua de Pessoa situada frente al Café La Brasileira se mantiene impertérrita ante los flashes de las cámaras. Los turistas posan a su lado casi sin cesar.

Esa tarde, ni Ana ni yo nos encontrábamos muy bien. Descanso.

DOMINGO 24

Pintada en la pared: “O capitalismo não se reforma, destrói-se”.

Ya a las 10:20 de la mañana hace un fuerte calor y se ha formado una cola importante en el tranvía 15. Pero no es nada en comparación con la interminable fila india de turistas que hay ante la puerta del Monasterio de los Jerónimos en Belém. Decidimos caminar junto al Tajo, con un profundo olor a mar, y pasamos junto a la Torre de Belém y el puerto náutico.

Junto a la torre de Belém

Desandamos el camino y apreciamos que, a las 13:10, sigue habiendo una gran cola junto al Monasterio. El turista es un animal que devora insaciablemente comprimidos de tiempo en el espacio elegido. Y al que no le importa sudar la gota gorda.

Por supuesto, acudimos a la Pastelería de Belém. Siguiendo desde 1837 una receta secreta del convento próximo, han conseguido generar una industria y un aura de mito. A la entrada hay dos colas, una para los que quieren llevarse sus conocidos pasteles, pero nosotros optamos por degustarlos allá mismo, en el fresquito de su interior, que nos refugia del aire abrasador de las calles. Los salones están bastante ocupados, pero son amplios. Con el fresquito, me animo con una bica (café solo, tipo espresso) y con el pastel de Belém. Con la primera dentellada, ya tengo claro que el secreto de su exquisitez está en el contraste de la crujiente masa hojaldrada con la crema.

Para volver al centro de Lisboa en el mismo tranvía, debemos esperar bastante tiempo. La sombra de la marquesina no es suficiente, y el aire cálido que circula lo debemos compartir con bastantes turistas.

Al llegar a Casa Alentejo, me pido un lombo de porco assado con puré de maçã. La carne es seca y el puré de manzana hace la boca agua, así que el contraste es interesante.

Desde el punto de vista turístico, el Bairro Alto el domingo por la tarde está muerto. Por lo tanto, está bien pasearse por allí con tranquilidad. En esa cena hay algunas obras y fachadas en remodelación. Por la noche, hay locales abiertos, algunos con bastante éxito como la cervecería Trinidade. Acabamos cenando tapas en otro local más apartado. Se puede cenar bien y barato.

El domingo es el único día en el que no funciona un sex-shop situado cerca de la pensión. Es fácil localizarlo: la música italo-disco retumba con fuerza.

LUNES 25

Nos despierta el sonido inconfundible de las obras.

En el ‘pequenho almorço’ previo, nos sorprende que el camarero se vaya cuando yo he pedido para mí, sin esperar a escuchar lo que Ana quería para desayunar. En la pensión también se dirigieron a mí, “senhor Xavier”, cuando era Ana la que había preguntado y la que podía entender mejor lo que el recepcionista decía. No era infrecuente ver que en los bares de barrio no había mujeres.

Nos evadimos de la capital. Vamos en tren a Sintra. Durante el viaje, al llegar a una parada, un hombre en silla de ruedas sale sin ayuda lanzando la silla hacia atrás. Oímos un estrépito, pero al cabo de pocos segundos vemos cómo el hombre se desplaza por el andén. En estas tierras, su día a día debe ser una interminable secuencia de obstáculos.

El taxista que nos recoge en la estación de Sintra nos habla de los restaurantes del centro histórico con una simpática contundencia: “Allí se paga pero no se come”.

Nos alojamos en Quinta das Murtas, una residencia en Sintra con bastantes comodidades (además de cama y desayuno con buffet libre, tiene una piscina, un jacuzzi, una mesa de ping-pong…). Hace calor, pero es más moderado que en Lisboa, y de noche refresca lo suficiente para necesitar manga larga en la calle y mantas en la cama. Junto a las salas de desayuno, tienen un parque de papagayos, cuyos sonidos dan una fuerte personalidad al lugar. La familia que trabaja en la residencia también tiene un perro grande claramente integrado con la fauna plumífera.

Si dejas caer una canica por las calles de Sintra, no la vuelves a ver nunca más. Las calles están claramente pensadas para los coches y para algunos carros tirados por caballos que aún circulan. Con turistas, claro.

En el restaurante Saudade se come a gusto, con jazz en los altavoces. Allí nos enteramos del pique existente entre los pasteles de Belém de Lisboa y los ‘pasteles de nata’ del resto de Portugal. Son lo mismo, aseguran, pero los lisboetas lo quieren patrimonializar para obtener mayores réditos.

El Palacio Nacional de Sintra no es como aparece en los folletos. Lo que son dos pináculos blancos en todas las fotos, ahora presentan en la realidad un aspecto gris. Los laterales del edificio también parecen haber perdido cáscaras. En el perímetro de la plaza que tiene delante, las personas tratan de conquistar los escasos espacios de sombra.

En Sintra

No hay sombra, pero el entorno es agradable en la plaza junto a la iglesia de São Martinho. En las calles cercanas, hay aparcados bastantes coches con matrícula española y algunos con matrícula holandesa. Hay una fuente, la Fonte da Sabuga, con agua fresca y “não controlada”, pero los que no son latinos beben de ella sin ningún temor. “Very good”.

En estas fechas hay una feria del libro en Sintra. Hay antologías poéticas bilingües y best-sellers de autores extranjeros traducidos al portugués. También hay una nutrida representación de obras de autores lusos pero apenas hay un par de libros de Fernando Pessoa.

Situada en la Rua Arco de Teixeira, la Loja de Arco es una coqueta y acogedora tienda con discos y libros portugueses a la que se accede subiendo unas escaleras. Muy cerca de allí decidimos comer en un restaurante cuyos trabajadores tienen una actividad frenética y un espíritu jovial. “Todos somos ibéricos”, nos afirman al ver las diferencias superables que hay entre su lengua y la nuestra. Al acabar las tapas habíamos dejado un sobrante de queso, que se ocuparon ellos mismos de envolvernos para llevar.

A las 21 horas hace algo más que fresco, y no basta con una camiseta de manga corta.

MARTES 26

Niebla matutina en el Palacio da Pena. Se llega allí con el autobús 434, que debe recorrer carreteras empinadas y estrechas. Al Palacio se accede a través de un camino que atraviesa un bosque, cuyos árboles más próximos están etiquetados. De la frondosa vegetación caen con frecuencia gotas de rocío. El edificio es vistoso y tiene varios colores, pero yo los percibo sin brillo, decoloridos.

Junto al Palacio da Pena

Hablamos de varias cosas con el camarero de un chiringuito poco transitado. De que el rocío allí se llama ‘orvalho’. De que el hombre es de Madeira y su madre y la de Cristiano Ronaldo se conocían, y que CR trabajó de pinche de cocina en el hotel en el que él trabajaba. De la sorpresa que supuso el fichaje de Villas Boas como entrenador del Chelsea (quieren fichar a un clon de Mourinho, pero son diferentes, Villas Boas tiene buen ojo con tácticas y jugadores). De que en el Palacio da Pena el tiempo es lluvioso en invierno. De que en Madeira al tiempo nebuloso lo llaman, si no oímos mal, ‘fugado’.

Ana, dispuesta para la siguiente etapa

Se puede ir caminando desde al Palacio da Pena hasta el Castelo dos Mouros. La ruta de acceso es más sinuosa, con árboles menos cuidados. En algunos laterales había las tareas propias de la excavación arqueológica. Para acceder al interior de ambos castillos había que pagar entrada, y decidimos dejarlo correr. Además, las emociones fuertes estaban en el viaje de vuelta en el autobús, pendiente abajo. Hacerlo de pie es recomendable para surferos de nivel avanzado.

Se cuenta que en una habitación del Lawrence se hospedó Lord Byron. Es una habitación que sí acepta clientes, luego no es posible entrar en ella sin haberla reservado. En el exterior suena un CD rayado, un movimiento de música clásica con repentinos saltos y acelerones, repetidos una y otra vez. Este signo de dejadez exterior queda desmentido por el cuidado con el que mantienen los salones de la parte inferior.

La visita al Palacio de Regaleira se me antoja reveladora. Ana no me acompaña y soy yo el que se enfrenta solo a su estructura laberíntica. En otras circunstancias podría ser un lugar encantador, repleto de sorpresas en la que un grupo de niños se lo puede pasar divinamente jugando al escondite. Pero en la situación de una persona con visibilidad reducida, como es mi caso, me veo incapaz de leer la guía y de seguir las instrucciones del camino. Sólo veo a mi alrededor a algunas personas que manejan con poco nervio el mismo mapa que me han dado. Subo y subo, hasta que dejo de percibir voces. Entonces me doy cuenta de la cruda realidad: lo que antes me hubiera divertido, ahora me parece aterrador. La subida a un mirador no es capaz de detener mi congoja. De aquí a llorar en los brazos de Ana sólo pasaron unos minutos. Ni siquiera había entrado en el edificio del palacio.

Ana, en el exterior del Palacio

Además, no localizamos ningún sitio donde poder ver el partido entre el Barça y el Internacional de Porto Alegre.

MIÉRCOLES 27

Cambio de tercio: viaje tranquilo hacia Cascais, en el autobús 417. Día calurosísimo. Dos pasajeras portuguesas veteranas debaten sobre las diferencias en el mando de los marinos británicos y los norteamericanos. Qué duda cabe que en Portugal debe haber por fuerza mucha gente conocedora de las artes de la mar. Escribe Pessoa: “Ó mar salgado, quanto do teu sal / São lágrimas de Portugal! / Por te cruzarmos, quantas mães choraram, / Quantos filhos em vão rezaram! / Quantas noivas ficaram por cassar / Para que fosses nosso, ó mar!” (en el poema “Mar Português” de “Mensagem”).

Al llegar a la ciudad nos enteraremos de algo que justifica sus parlamentos: en breve llegará a Cascais la Copa América. Del 6 al 14 de agosto. Y necesitan espacio esos chicos. La ciudadela está siendo rehabilitada y no se puede acceder a ella. Por lo menos, podemos pasar por el centro histórico de la ciudad, que a pesar de su decadencia es bastante bonito. El resto de edificaciones son hoteles y apartamentos siguiendo el peor ejemplo mediterráneo.

La playa es pequeñita. Se oyen risas de niños en el agua, pero no van muy lejos. El agua del océano debe estar fría y no abundan los bañistas. Sí que hay muchas personas tomando el sol, de forma temeraria a mi entender. Nosotros entramos por la zona de los barcos de pesca, que ocupan apenas unas decenas de metros. Hay unos bungalows en los que los pescadores negocian con el fruto de su trabajo. Nos llega el olor de pez / pescado y, como gatos, nos dejamos caer escaleras abajo y avanzamos por la pasarela en la que se amontonan jaulas de pesca, cuerdas secas y otros elementos. Preguntamos a un pescador hasta dónde se nos es permitido avanzar: no podemos acercanos a los bungalows.

Ana en Cascais

Aún no habíamos salido de esta zona cuando se nos acercó un grupo de niños acompañados de un monitor y armados con un papel que decía “Missão impossivel”. Era fácil de deducir que estaban participando en una especie de gymkana: en el papel había un montón de pruebas, algunas de ellas ya tachadas con bolígrafo, y uno de los niños llevaba una sardina muerta en un vaso de plástico tapado. Nosotros pasamos a formar parte de la siguiente prueba: ellos nos deben enseñar a cantar la canción Estoy alegre. ¿Por qué estás alegre?. El monitor empuña una cámara y graba el momento, como prueba que demuestra que los chicos han cumplido lo que se les pide en el papel. Y allí estábamos nosotros, intentando aprendernos fragmentos de dicho tema. (Después observamos que la canción tiene motivaciones cristianas, pero la letra había sido cambiada y no detectamos ninguna referencia religiosa). El momento fue muy divertido y los niños estuvieron muy simpáticos. Apenas salimos del paseo marítimo, nos encontramos en la plaza con otro grupo de niños que nos proponen volver a cantar. Una niña se acercó de forma especialmente simpática a Ana para impulsarla a cantar. Fue un momento brillante… parapapá.

Volvemos al paseo marítimo y nos detenemos en el John David’s, un chiringuito playero de fans del Manchester City (hay oferta si llevas puesta la camiseta de dicho club). En la pizarra pone Dirty glasses / Poor food / Slow service / Rude staff / Expensive / English humour! Try us. Una sonrisa gana.

Un buen cartel

Con los que están allí hablamos de fútbol, de la filosofía del Barça como equipo, de lo contentos que estaban por la derrota del Manchester United ante el Barça en la última final de la Champions, de que el City se había reforzado bien. No mencionaron al Kun Agüero. Precisamente ese día se conocía la noticia del fichaje, y al día siguiente el Manchester City la confirmaría.

El calor ha sido espantoso. A la vuelta de Cascais aprovecho las comodidades de la residencia y me doy un baño en la piscina.

La última cena en Sintra es en el restaurante Apeadeiro. Su fachada exterior es engañosa: es mucho más grande de lo que parece. En su interior había familias con 3 generaciones, y una pantalla de televisión proyectaba un partido del Benfica contra el Trabzonspor. Comemos un arroz de tamboril para dos, acompañado de vino blanco. Desde mi punto de vista, estaba delicioso. Y además, vimos marcar a Nolito, exjugador del Barça B.

JUEVES 28

Volvemos al calor y a la humedad lisboetas.

El día que subimos a Alfama buscábamos el tranvía 28 en la Praça da Figueira porque era donde nos habían indicado. Sin embargo, después de volverlo a intentar sin éxito, una persona nos informa que el tranvía sale por otra vía situada tres calles más allá. Así sí que conseguimos nuestro objetivo.

Esta vez bajamos por el barrio de la Mouraria. El aspecto está bastante degradado. Se aprecia una mayor concentración de inmigrantes diversos y de tiendas paquistaníes.

Nos detenemos en Beco dos Cavalheiros. En el exterior del bar-restaurante Filomena da Silva vemos a varias mujeres sentadas. En su interior, sin embargo, sólo hay hombres, algunos en camisa de trabajo. Devoran con fruición las sardinas, y cuando Ana quiere pedirlas ya no quedan. En la carta del local se lee “Mouraria, Portugal”, prescindiendo de Lisboa. La suma de 1 botella de agua, dos imperiales, pan, un plato de pescado y otro con pasteles de bacalao y ensalada es de 15,10€.

A la salida, en un establecimiento cercano, me pido una bica y un pastel mouraria (tiene la base de hojaldre de los pasteles de nata y la masa recuerda bastante a la de las madalenas). Vale 1,50€. Es sorprendente lo baratas que pueden resultar a veces las cosas ricas.

La tarde que paseamos por Chiado observamos una larga cola frente a la heladería Santini. Allí volvemos y esta vez formamos parte de la fila india. “Il gelati più fini del mondo”, reza en su frontispicio. El negocio lo tienen montado a la inversa del resto del mundo: primero se paga la consumición, después se compra el producto, y finalmente se busca sitio en las mesas. Algunos se llevan a casa grandes tarrinas de quilo. Nosotros nos sentamos en una mesa que tiene, justo al lado, una foto antigua de los reyes de España Juan Carlos y Sofía sentados mientras los niños príncipe Felipe e infanta Elena degustan helados.

Vamos a tomar algo al Pavilhão Chinês. Sitio pintoresco: se acumulan en las vitrinas soldaditos de plomo, tranvías y variados objetos. Hay grandes salones diferenciados, que incluyen mesas de billar. Junto al arco que forman unas jarras de cerveza, decido prescindir de las páginas ofreciendo diversas variedades de té y me pido una ginjinha, cuyos poderes caloríficos y alcohólicos se pueden percibir bajando por el esófago. También degustamos unas imperiales con un aperitivo de patatas y cacaos.

Nos dirigimos a la rua do Almada y entramos en “Le Petit Bistrot”, un local de ambiente francófono y con luz de velas en las mesas. Un grupo de bellas jóvenes hablan en francés y portugués, una de ellas con una jovialidad irrefrenable sospechosa. Me entra muy bien la lasaña con salmón y espinacas. La limonada, sin embargo, está tan concentrada y ácida que la sirven adjuntando una jarra de agua y raciones individuales de azúcar. Está buena, pero como la del Saudade en Sintra, ninguna.

Muchos jóvenes se sientan en las escaleras de las calles del Bairro Alto, bebiendo cerveza. De los locales no llega música de fados, sino de salsa o de ritmos jamaicanos (reggae, dub).

Frente a La Brasileira y la estatua de Pessoa, la noche es joven. En ese mismo punto, de día, la media de edad es mayor. Un joven con vocación de animador grita en inglés rodeado de un corro.

VIERNES 29

Pequeño balance: hemos solventado el misterio del tranvía 28 lisboeta, hemos desmentido que los pináculos del Palacio Nacional de Sintra sean blancos como en los catálogos, y hemos sido mareados con el uso de “obrigado” y “obrigada”. ¿De qué depende la terminación? A todos los que preguntamos parecen tenerlo muy claro, pero sus respuestas son contradictorias. ¿Depende del emisor, del sujeto que habla? ¿O depende del receptor, del sexo de la persona interpelada?

Al Museo Nacional de Arte Antiga se accede gracias al autobús 760, con parada en Janelas Verdes. La primera experiencia al entrar es la contemplación de la maniobra de desplazamiento en carretilla de una talla de la virgen, sin más protección que los guantes de los porteadores. La obra se dirige hacia la zona en la que se encuentra la exposición temporal “Collecting in Portugal”, básicamente mobiliario, que me deja bastante indiferente. En una pantalla, los paneles informativos se van sucediendo sin que me dé tiempo a leerlos.

Mucho más atractiva es la exposición de obras de Jeronimus Bosch, con la belleza de sus trípticos del Juicio Final o de las Tribulaciones de Job. Estos nombres los conozco a posteriori: la vista ya no me da para leer los títulos de los cuadros situados en los laterales. Volviendo a los trípticos, están abiertos para la contemplación de la belleza de su interior, pero no se potencia la posibilidad de ver también las puertas que los cubrían, merecedoras de gran admiración.

En las exposiciones permanentes, situadas en los pisos superiores, me quedo con esta guía escrita en la pared (que espero traducir fielmente): Al reflejar por la exuberancia de las formas una apariencia de riqueza y magnificencia, el barroco joanino fue tal vez el estilo que mejor se adaptó a la manera de ser portuguesa. Se refiere a la época del reinado de João V, que duró 44 años a principios del siglo XVIII.

Confirmado: junto a la embajada española y al edificio del consulado general en Lisboa hay un ‘show-girls’.

Comemos en la Cinemateca portuguesa. En el buffet libre, la hamburguesa, los canelones de salmón y espinacas y la ensalada con queso y tomate tienen un sabor apreciable. En el programa de mano se difunde la siguiente información: Contrariamente a la práctica habitual, la divulgación pública del programa de filmes exhibidos por la Cinemateca en el mes de julio de 2011 no se hace utilizando la forma del folleto impreso sino apenas a través de Internet y de los avisos colgados en la calle Barata Salgueiro [la de la propia Cinemateca]. Además, la Cinemateca se ha visto obligada a suspender temporalmente una parte relevante de sus sesiones mensuales, reduciendo la actividad pública exhibidora, por norma, a 3 sesiones diarias en la sala Dr. Félix Ribeiro. En ambos casos, estas alteraciones proceden del impacto de las recientes medidas administrativas que afectan la actividad de los organismos dependientes de la Administración General del Estado. Hablando en plata: tijeretazos.

Ana y cine

El edificio de la Cinemateca es precioso, y en la sesión a la que vamos hay gran mayoría de personas mayores de 60 años. Se proyecta la emocionante obra maestra “Los mejores años de nuestra vida”. Sin embargo, el pase incorpora manchas, saltos y algunos problemas de sonido serios. Hay días en los que el DVD no es tan mala idea.

Más cine

Junto al Tajo, el ocaso es tranquilo. No huele bien, hay turistas, pero vale la pena. A lo lejos se pueden ver (a mí me cuesta un poco) las luces de los puentes y del Cristo. Volvemos a Casa Alentejo y bebemos unas cervezas hasta que uno de los camareros anuncia con gracejo (por el que será aplaudido) que es la hora de cerrar.

A las doce de la noche están limpiando graffittis de las paredes. El ruido es molesto.

SÁBADO 30

Se rueda una película en el centro de la ciudad. Hay centenares de curiosos en los alrededores. Nosotros nos dirigimos al Aerobus 1, saliendo desde Recaudadores. Tenemos suerte de ser los últimos en sentarnos, los que se suban a partir de aquí deben ir de pie.

Lisboa, como otras capitales europeas, es el resultado de un Tetris histórico. Los barrios se diferencian muchísimo unos de otros. Escribe Pessoa: As nações todas são mistérios. / Cada uma é todo o mundo a sós (poema “D. Tareja” en “Mensagem”).

La normalidad con la que nos han tratado las personas contrasta con el estado alicaído de algunos edificios, sin duda la mayor evidencia de que una sombra amenaza su futuro de Portugal.

Sombra

... Comment

  

on 23/8/11 8:43, ana camps añadió:

EU QUERO SABER

Estoy alegre. ¿Por qué estás alegre? estoy alegre,
dime por qué! (pa-ra-pa-pá!) estoy alegre ¿por qué estás alegre? eso quiero yo saber! :_)


 
 25/8/11 10:23, Javi añadió:

Enganchaste la melodía mucho más rápido que yo :)


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