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No es un comentario. Sólo quiero constatar varios que me que me han hecho reflexionar sobre el poderío del cine de Tarantino. -Después de ver Pulp Fiction salí con unas incontenibles ganas de comerme una hamburguesa en un fast-food (y los que me comparéis con Michael Moore, no riáis). -Después de ver Kill Bill: vol. 1, necesitaba comer sushi. Quizás desde entonces hay un japonés a la salida del Icária. -Tarantino te hace correr al videoclub. Después de Reservoir dogs me tragué algo de Siegel y Siodmak, del mismo modo que después de ver Pulp Fiction. Gracias al atino esporádicoi de los programadores de TV3, después del pase por este canal de Jackie Brown, vi dos ejemplares de ese cine ultra-violento y racista que era el black-exploitation. Y Kill Bill ya me ha empujado a ver la pelis de Tsui Hark.

Después de ver el cine de Tarantino, almenos yo, me veo obligados a hacer cosas. Algo parecido a los buenos musicales que te hacen bailar o Smoke, película que me hubiera empujado al tabaco si no me pareciera la costumbre humana cotidiana más repugnante que conozco. La pasión por el cine de Tarantino me imbuyé en un mundo del que no quiero salir y por todos los medios trato de quedarme en él. Me pondré estupendo y diré que las pelis de Tarantino están hechas del mismo material que el Halcón Maltés: del material con el que se construyen los sueños.