martes, 16. febrero 2010
Bill Callahan en la Sala Apolo, 15 febrero 2010

Buena parte de la península ibérica estaba en alerta de frío y nieve. Sobre Barcelona caía una lluvia molesta pero no especialmente intensa y hacía un frío aceptable para mediados de febrero. En conjunto, era una tarde para estar tranquilo en casa. Pero no.

Sobre las 20:35 ya estaba sobre el escenario de la sala Apolo Neal Morgan. Su propuesta no es muy común: acompaña sus canciones confesionales con percusión. Me imaginé a una versión masculina de Janis Joplin cantando en una antigua película japonesa. Algo así requiere bastante autocontrol, y a fe que demostró un buen dominio de las mazas. Más que para marcar ritmo, usaba la percusión para crear texturas de sonido. Lo difícil a veces era saber cuándo daba por acabada la canción o cuándo se marcaba una pausa dramática. En todo caso, su actuación fue llamativa y breve.

Sobre las 21:00 subieron Bedroom al escenario y anunciaron que Bill Callahan no podía tocar por un catarro. “No, no, ha pedido que no fuméis”. Si la entrada ya fue curiosa, la distribución de los músicos sobre el escenario aún lo fue más, en formato panorámico: en el extremo derecho del escenario (y de perfil al público) estaba el cantante y guitarra, en la punta izquierda estaba el batería, y en medio el bajista, el trompeta y la teclista (que también aportaba coros). Su propuesta es compleja de definir, algo así como folk-rock intimista de medio formato. Demostraron ser buenos músicos, con ecos de los adorables Mount Eerie, Lambchop o Manta Ray / Nacho Vegas, pero su show necesita osadía, o convicción, o ambas cosas. El cantante Albert Aromir tampoco lo ponía fácil: “hoy sólo tocaremos una canción del disco que tenemos. Lo lamento, la gente no las conoce”. Mientras interpretaban “El ball de la mort”, Aromir interrumpió la canción porque iba muy rápida y empezaron de nuevo. No es la primera vez que se ve algo así en un escenario, pero es que la sensación de inseguridad ya era palpable antes. Bedroom necesitan algo más de rodaje. Y mala leche.

Cuentan que Albert Aromir, como Bill Callahan, es músico e ilustrador. Sin embargo, una vez en escena, las comparaciones desaparecen. Bill Callahan se hizo dueño y señor del centro del escenario y Neal Morgan se dedicaba a sus percusiones en la semi-clandestinidad de un lateral. Callahan llevaba una camisa con una talla de hombros de más (lo que tal vez le permitía más soltura) y corbata.

La fiesta arrancó delicadamente, con un repaso a temas de su reciente disco “Sometimes I Wish We Were an Eagle": “Jim Cain”. “Rococo Zephyr” y “All Thoughts Are Prey to Some Beast”. Ésta última tuvo un intenso final, con percusión retumbante y destellos de electricidad por parte de su guitarra que dejaron el ánimo arriba. “Hermoso!” gritaba una chica, “Gorgeous!” traducía Ana para Bill. En este momento Bill Callahan habló por fin, agradeciendo al público su presencia. Algún espectador le recriminó, supongo que con ironía, el hecho de no poder fumar. “Prohibido”, dijo Callahan en un castellano con fuerte acento anglosajón. Continuó en su lengua pero se le entendió bien: “podéis conseguirlo. Unos minutos sin fumar” y la siguiente parte casi la susurró y quizá podría ser errónea: “llevo diez meses sin cigarrillos”. Eso creí entender.

No tenía hechos los deberes con la discografía de Smog y no sabía que me volvería a reencontrar con una melodía que hacía muchos años que no oía: “Bathysphere”. Fue jaleada con vítores y también fue muy bien recibida “Sycamore”, perteneciente al anterior disco de Callahan, “Woke on a Whaleheart” (del que ya no tocaría nada más). La voz delicadamente cavernosa de Callahan llegaba con intensidad a un público que escuchaba casi tan en silencio como en la ópera. Por cierto, no he dicho que la sala estaba llena hasta la bandera.

Volvió Bill Callahan a su último disco con dos de sus piezas más conseguidas: “Eid Ma Clack Shaw” y “Too Many Birds”, ésta última con dos solos de guitarra interesantes (hacia la mitad y al final). Bill anunció que el siguiente tema no lo había tocado antes en la actual gira, y así nos llegó de forma más emotiva “Teenage Spaceship”, nueva vuelta a los tiempos de Smog. En los dos últimos temas, Bill Callahan había dejado escapar un par de gruñidos al final de sendos versos. Podría tratarse de un error, o podrían ser voluntarios para mostrar intensidad. En todo caso, destacaron. Y también hay que subrayar, pero en este caso por su ausencia, el “UooooOooh” que aparece en diversos momentos de “The Wind and the Dove”. Faltaba la guinda, pero el tema es bastante sólido sin ese acompañamiento. Siguió el show con una versión de “The Breeze / My Baby Cries” de Kath Bloom, de gran suavidad.

A partir de aquí, todo fue recuperación del catálogo de Smog. Especialmente eléctrico fue el final de “Say Valley Maker”, con los dos músicos sobre el escenario enmarañando mejor el caos que los actuales Sonic Youth, con instantes auténticamente explosivos, con Bill Callahan recorriendo cada palmo del escenario e incluso tocando de rodillas. Acabó de forma trotona la primera parte del show con “In the Pines”, y la pausa del bis se llenó de aplausos con el público dejándose las palmas en carne viva. Volvió Bill al escenario insistiendo en los agradecimientos, y disculpándose porque el clima había afectado su voz, insinuando un resfriado. Igual a algún fan le pareció evidente que no tenía la voz al 100%, pero para el resto de los presentes era prácticamente imperceptible. La delicada e hipotensa “Rock Bottom Riser” y la clausura retumbante y brevemente furiosa de “Well” pusieron fin a la actuación. Fue un suave aterrizaje después de que, durante algunas fases del concierto, Bill Callahan hubiera hecho volar a sus seguidores. Fue una gran noche en la Sala Apolo. Y fuera, continuaba lloviendo.

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on 17/2/10 9:26, ana camps añadió:

Ai ai ai ai ai...cantaba...

Para mí, el chico Morgan siempre será el "Cucurrucucú" ;)

Dicen que el mismo cielo se estremecía al oír su llanto. Cucurrucucú paloma, cucurrucucú no llores.


 
 17/2/10 19:40, Javi añadió:

Como Caetano Veloso en "Hable con ella"... Pues seguro que si te lee Morgan le alegrarás el día.


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