Lo que muestra “Milk” es que esa condición de igualdad, así como los derechos supuestamente inalienables, a veces es necesario ganarlos. Los seres humanos son diferentes, pero son iguales para reunirse y reivindicar sus derechos. En “Milk” se puede apreciar el pulso de los homosexuales contra la intolerancia de aquellos cristianos que quieren seguir al frente de parcelas de poder. Y su lucha aún está de actualidad, ya que el mismo día en que Barack Obama fue elegido para ser el próximo presidente de los Estados Unidos, los ciudadanos de 3 Estados (California, Arizona y Florida) rechazaban mediante referéndum el matrimonio homosexual.

Todo esto es para decir que esta película, a pesar de tratar un asunto de minorías, está plenamente identificada con los valores americanos y, por lo tanto, es susceptible de ser multipremiada. Sobre todo porque acumula méritos. Gus Van Sant es capaz de unir el relato biográfico con la mirada periférica a la sociedad de la época (San Francisco, años 1970), y el uso de imágenes de archivo con planos claramente identificables en el autor de “Drugstore Cowboy” o “Elephant”. Aunque quizás la que más se le emparente sea “Todo por un sueño”, por su capacidad de combinación de elementos dispares.

Delante de la cámara, Sean Penn pone el listón muy alto. Muestra a un Harvey Milk humano, idealista, nada santurrón, y ejerciendo de homosexual pero no de ‘loca’. El resto de personajes gravita a su alrededor pero son satélites sin luz propia. Sin embargo, vista la película como un conjunto, “Mi nombre es Harvey Milk” funciona como drama político al tiempo que como relato de un amargo triunfo personal. Que está bastante bien, vaya.

* Elephant

* Cine 2009